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Universitarios: reto insoslayable

Por Félix Cortés Camarillo

En este país nuestro de cada día, sólo los tontos piensan que el presidente López es tonto. Todos los días, en su sermón matutino, nos engaña con los señuelos que parecen surgidos de la improvisación, la ocurrencia y la carencia de información sólida, pero que obedecen a un plan perfectamente estructurado de provocaciones en todos los ámbitos con el solo propósito de divertir la atención de los mexicanos pensantes de los verdaderos y serios problemas en la que López Obrador está hundiendo al país.

Inteligentemente, y disfrazado de un picapleitos callejero, el presidente de México ha aprovechado todas las oportunidades que sus asesores le inventan para entablar una controversia, fundamentada o no.

Hoy son los empresarios, no todos, mañana los periodistas, no todos, pasado los jueces, no todos, luego los intelectuales, no todos, al día siguiente la Organización Mundial de la Salud, la industria farmacéutica, la energía eólica que destruye el paisaje y se roba el aire, las organizaciones civiles que prestan servicios de asistencia que el gobierno no es capaz de ofrecer o el color de los tubos en la sierra que separa Tijuana de Mexicali.

No hay plato aborrecido para este banquete de nimiedades.

Para el postre de este demagógico menú, el presidente López ha escogido la Universidad. No la UNAM, en una de cuyas facultades se estacionó catorce años para obtener un título: su objetivo es La Universidad, el concepto troncal de institución suprema del conocimiento, que significa duda, su desentrañamiento y su difusión. Desde todos los ángulos posibles.

El presidente López sabe perfectamente que la universidad no puede, ni debe, ni quiere, casar su vocación con la verdad absoluta que significa el ejercicio de la política dictatorial. Que la universidad legítima no debe rendirse al apotegma de la lealtad ciega y la obediencia caprina. Y está convencido de que la única manera de doblegarla es destruirla bajo el disfraz perverso de la «transformación». Una que permita colocar al doctor John Ackerman, su incondicional propagandista y uno de sus ideólogos, en la oficina del rector de la UNAM en cuanto pueda.

La repulsa que ha provocado este plan perverso ha sido amplia y sonora; de pensamiento y de palabra, no de obra. Muchos de los críticos de la maniobra ha evocado la actitud señera y valiente del rector Barros Sierra en 1968, cuando la UNAM se vio tan amenazada como hoy, quien no vaciló un momento en ponerse al frente de quien quisiera defender la digna casa.

Hoy, ni el rector, ni los universitarios, ni los maestros, ni los egresados, ni la intelectualidad, ni lo ciudadanos, ni los periodistas críticos, ni los empresarios, ni los sindicatos, NADIE ha convocado a tomar la calle. El presidente López confía en que nadie lo hará. Por eso ha llegado al extremo de la provocación: ¿por qué no salen a la calle si están tan ofendidos? Y tiene razón.

El reto está lanzado. Para los universitarios, aunque nunca hayan pisado las aulas de la UNAM o de cualquier otra institución de enseñanza superior, es un reto insoslayable. Es un reto al que no tenemos derecho a renunciar.

Si no lo hacemos, estamos obligados a callar como momias. Los que vengan después no lo van a perdonar.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): México es el cuarto país en muertos por Covid 19. Sólo Estados Unidos, Brasil y la India tienen más muertos, a pesar de que sus cifras oficiales sobre el número de muertos son inexactas: se presume más de seiscientos mil muertos en nuestro país. ¿Va usted a seguir mintiendo?

felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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