Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Lo que nos deja la vida pública reciente, y es la tentativa que deben cubrir los alcaldes electos o reelectos, es cambiar o profundizar el modelo de gestión, de administración, de gobernanza. La competencia se da ahí, en la forma de gobernar. En la taxonomía política hay que realizar, al menos, tres clasificaciones: administración de continuidad, administración de ruptura y administración de continuidad con cambio.
Ubico a Luis Donaldo Colosio Riojas como el único alcalde de ruptura en contra del doble trienio de Adrián de la Garza Santos quien trabajó en dos vertientes principales, la seguridad y las finanzas. Adrián se olvidó de lo básico, es decir, de los servicios públicos y en su gestión dominó la corrupción, el tráfico de influencias, el amiguismo y el autoritarismo (el mismo Colosio lo padeció).
Para avanzar en su ruptura con una nueva gestión, Luis Donaldo tiene que cumplir con lo básico apostándole a la innovación. La crisis climática que padece el área metropolitana de Monterrey trastoca el derecho a la salud de los regios. En época de pandemia, la emergencia climática se alía con el Covid-19. Trabajar contra la corrupción de Adrián de la Garza y atender los polígonos de pobreza con una reinserción social, son dos puntos medulares de su gestión.
Andrés Mijes en Escobedo entiende como nadie que la administración municipal es local. Una buena gestión local proyecta una buena imagen nacional e internacional. Por eso Mijes sabe que su comunicación esencial se da en Escobedo pero, también, si no se comunica en otras geografías su gestión incluyente, abierta y transparente de poco le servirá ejercer una gestión de atención ciudadana. Y, al paso, quien crea que Andrés es una extensión de Abel Guerra y Clara Luz Flores, se equivoca. Pertenecer al mismo grupo no significa –los tres lo entienden– ni prolongación ni sumisión. Mijes ejerce una administración de continuidad con cambio, no con ruptura.
En el grupo de la administración de continuidad, existe un contraste inicial. El alcalde de Apodaca, César Garza, se reeligió sin ningún apuro, demostrándole a los priistas cómo se realiza una intragestión donde, vuelvo a lo mismo, lo local es lo relevante. Tan local ha sido César que los estudios nacionales que analizan las administraciones municipales lo sitúan siempre en los primeros lugares.
El contraste surge en la priista Cristina Díaz que casi pierde la elección. Como Adrián de la Garza, Cristina se olvidó de lo esencial. Y en los dos Guadalupe permea esa desigualdad económica, visual y de servicios básicos. El sector Linda Vista y el sector Contry son excelentemente atendidos; lo otros sectores, pues ahí les va. El reto de Cristina es acabar con esa desigualdad que pervive desde siempre en la atención ciudadana.
Santa Catarina y San Nicolás representan administraciones de continuidad; hasta ahora, una “reelección” con cambio de alcaldes. El problema es que han desarrollado cacicazgos políticos donde predominan los líderes por encima de los alcaldes. Lo anterior no es óbice para que tengan una aceitada estructura de trabajo con la ciudadanía. Contrario a lo que sucede en Escobedo, Jesús Ángel Nava (Santa Catarina) y Daniel Carrillo (San Nicolás), al menos en imagen, se ven sometidos respectivamente a Víctor Pérez y Zeferino Salgado.
Miguel Treviño repite en San Pedro, es otro alcalde de continuidad y sus problemas de crisis siguen siendo los mismos: la urbanización, la movilidad, la inseguridad, el uso y abuso de los empresarios de bienes raíces. Y, se sabe, gobernar un municipio excluyente es harto difícil: ahí todos se creen alcaldes.
