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La comedia intelectual de Krauze, el farsante

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

Dos obsesiones ha tenido Enrique Krauze: Carlos Fuentes y Andrés Manuel López Obrador. Obsesiones contemporáneas, no históricas. Sus “biografías del poder” son esencialmente comerciales, no de investigación y de aportación. Ni es Miguel León-Portilla ni es Luis Villoro. Menos es Daniel Cosío Villegas u Octavio Paz. Karma Krauze; sólo es un “dandy” de la anécdota mexicana, y bien que lo cobra a gobiernos y empresas a través de “Clío”.

El comediante Krauze se asume cruzado de la democracia. No lo es. Animal comercial, prefiere sobrevivir que vivir. Quien tenga los datos de empresas y gobiernos que alaba, tendrá su historia. Comediante, hace de la farsa pretensión de verdad. Se sabe roto, pero es descosido. Hay una similitud en su desprecio a Carlos Fuentes, uno de nuestros mejores narradores, y a André Manuel López Obrador, quien hizo de la narrativa mexicana, circunstancia política.

Imposible que el ideólogo de la derecha sea izquierda: Berlin o Schmitt. En la entrevista para Milenio, tratando de vender su nuevo libro, Krauze se asume disidente. No lo es. Ni Daniel Cosío Villegas ni Octavio Paz, ni siquiera Carlos Fuentes, fueron los ideólogos de la derecha. Fueron intelectuales, cualquier cosa que ello sea después de Gramsci, Sartre, Camus, Aron, Berlin, o aquí mismo, José Revueltas.

Profeta minúsculo, Enrique Krauze se toma en serio, es un comediante de la historia reciente del país. Mercadólogo: por una democracia sin adjetivos, el mesías tropical. ¿Acaso Krauze despotricó contra cualquier posible candidato del PRI o del PAN como lo hizo contra Andrés Manuel? Nunca. Ahora quiere inventar aciertos y lavar culpas. No es posible.

La “kruzada” de Enrique se pretende liberal, no lo es. Krauze es un mal heredero de Daniel Cosío Villegas y de Octavio Paz. Mal heredó el activismo intelectual del Fondo de Cultura Económica de Daniel; mal hizo en hacer una pirámide provinciana en Letras Libres, nada más alejado de la pluralidad planetaria e insistente de Octavio en Vuelta. Menor, Enrique se dedica a la visión del poder, no a la de los vencidos, como lo hizo Miguel León-Portilla. Lo seducen esas biografías, no los intereses que tuvo, por ejemplo, Luis Villoro. Así lo decidió.

La otredad de México, otra agua quemada de Octavio y de Carlos Fuentes, no lo conmueve. Más “dandy”, Enrique se pretende intelectual desde una moralidad liberal que, malísimos argumentos suyos, tal vez los condenaría Isaiah Berlin. Para “enkrauzar” a Enrique es decirle lo esencial: es un impostor. No es Luis González de Alba, menos José Revueltas, menos Roger Bartra. Cardenal moral en un país sin Papa, Enrique es decadencia.

¿Qué nos ha dado Enrique? Mucho y mucho prescindible. La enfermedad intelectual de Krauze es nuestra salud. En algo tiene razón Enrique sobre la “independencia”, aunque no la asuma: “Esa convicción la tuve yo siempre muy clara, porque me la inculcó, con su ejemplo y su sabiduría, Gabriel Zaid, que ha sido para mí una presencia capital a lo largo de todos estos años”.

¿Qué hizo con los candidatos panistas o priistas Krauze hace años? ¿Convocó en contra de sus candidaturas?, ¿les hizo una canallada como “El mesías tropical”? ¿Quiénes le pagan a Krauze?

Zaid, Paz, Revueltas, Fuentes, auténticos. Enrique Krauze, un farsante en la reciente comedia mexicana. Tener anécdotas, carecer de historia: pobre diablo.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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