Por Carlos Chavarría
De todas las trampas de la democracia la mas difícil de superar es la ignorancia del análisis de la historia y sus procesos, enfatizando su relación con la política y los juegos del poder, no se diga de cuál es el papel del gobierno y la sociedad en la distribución del bienestar.
El acto de votar mexicano es una elección basada en la incompletitud de la información y hasta tergiversación de la historia y la política. No obstante, aunque se entregara la verdad histórica sin sometimientos a la circunstancia del color del poder en turno, las personas de todas las clases recibimos muy poca educación sobre el análisis lógico y causal aplicado a estas tan importantes materias.
Si no fuera por muy honrosas excepciones de maestros que por motu propio tratan de enseñar a sus alumnos a desentrañar los intríngulis de la praxis política observable y la relatada por la historia, los procesos eleccionarios no serían mejor que un casino.
Nos define una Constitución tan completa y tan vaga al mismo tiempo, que así como hoy tenemos un presidente que privilegia la polarización sin violentarla, antes ya habíamos tenido otros de todos los sabores y colores que igual usufructuaron el poder que les fue conferido por la aprobación eleccionaria de sus ofertas tan seductoras como mentirosas, y nada podemos hacer sino esperar que no se acaben al país y sus avances.
Presidentes, gobernadores y alcaldes entran al poder y se van, dejando los problemas cada vez más grandes y los recursos para resolverlos siempre más escasos.
Quien no quiera convencerse de que no importan los rostros o colores partidarios cuando “el sistema” es el que está diseñado para que todo siga en el mismo estado de cosas y sin poder en la sociedad para cambiarlo pues el Ejecutivo lo controla todo.
Tres son los elementos más críticos del modelo de gobierno que exigen un rediseño completo: la casi imposibilidad real de controlar el poder ejecutivo, el sistema educativo nacional que disemina la ignorancia política y económica, y todas las malas prácticas implicadas en la regulación estatal.
Ahora que vamos en la senda de una nueva pero reeditada crisis política y económica, vale la pena rediseñar para el mejor futuro alcanzable sin el obstáculo del presidencialismo a ultranza.