Por José Jaime Ruiz
Degustar no es gustar. Samuel Alejandro García Sepúlveda no es sommelier, es gobernador. Sus vacaciones bajacalifornianas acentúan lo evidente: no se puede gobernar desde la distancia. Cayo Julio César tuvo que traspasar el Rubicón para gobernar: se es o no se es. La estancia es tiempo, la distancia no es oro, es desdoro. Vacacionar cuando la inseguridad, la crisis de salud y la contaminación agobian es irresponsable.
La magia del bono democrático se desvanece muy rápido. El problema no es creer, el asunto es “creerse”. El nuevo gobierno –Mariana Rodríguez de por medio– se “la cree”. Y ahí está la falla. Gobernar a través de bots es desgobernar. El “homo videns” de Sartori y el “homo digital” de Byung-Chul Han como instrumentos de dominación, no bastan. Los asesores del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, son un fracaso. La corrupción y la endémica inseguridad de los jalisquillos puede reproducirse en Nuevo León.
Degustar no es gustar. Pasearse por Tequila o por los viñedos de la Baja California comprometen. El empresario Samuel Alejandro, desde su investidura, suple al gobernador. La divisa es hacer negocio, ¿gobernar?, ¿para qué? En Nuevo León, el bono democrático dura tres meses. A García Sepúlveda le costará enero. No lo sabe, se lo advierto.
Las carreteras son ensoñación para la conectividad. También sirven para el trasiego. La Gloria-Colombia y la Interserrana son la mejor noticia para los narcotraficantes. Las bodegas del trasiego cambiarán de sitios. La inversión pública que favorece a la versión privada, incluyendo a los intereses de la delincuencia organizada. Un gobierno de Samuel Alejandro que compromete el trasiego del narco. ¿Y la movilidad metropolitana?
El aquí y el ahora de Nuevo León no existe en Jalisco o en una Baja California. Aquí están los retos, aquí las rutas. Entre los retos, el covid, la contaminación metropolitana, la inseguridad estatal, las finanzas jodidas. Nuevo León está destrozado y destrizado y nadie se lo dice a nuestro gobernador. Repito: covid, contaminación, inseguridad.
Gobernar desde las redes sociales no es gobernar. Es una simulación “matrixiana” (casi Jean Baudrillard) confrontando una realidad de ejecuciones, de inseguridad, de contaminación. La gobernanza es presente, no ausente. Las redes sociales “ausentan”, no representan. La gobernación es presentánea o no es. Estar distante es estar distinto. Lo que sucede en la realidad no sucede en la virtualidad. Y se concluye que tenemos un gobernador virtual, no real.
Nemesio García Naranjo, en sus Memorias, escribió: “Se cuenta que, cuando el presidente Porfirio Díaz visitó la ciudad de Monterrey en 1898 y las industrias y el comercio le rindieron una manifestación de homenaje, el general Díaz le dijo al gobernador de Nuevo León: ‘El desfile ha sido hermoso; pero… ¿dónde está el pueblo?’ A lo que el general Bernardo Reyes contestó: ‘Éste es el pueblo de Monterrey, señor Presidente’.”
Un pueblo culturizado. Como dice García Naranjo de Lampazos. ¿Dónde está la “culturización” de Nuevo León? La ruta es el reto. Samuel Alejandro equivoca las prioridades y eso lo hunde. Porfirio Díaz hizo de las vías ferroviarias su corrupción. Construir carreteras favorece al trasiego, no al comercio formal. Los empresarios regios tienen flotilla o usan aviones privados, ninguna carretera sirve.
Las rutas y los retos son otros. La juvenil confusión de nuestro gobernador existe, pero no es válida. Su balido memesco invalida la gobernanza. Gobernar desde las redes sociales es desgobernar. La simulación y la apariencia no resuelven. Disolver o resolver, el dilema. ¿Qué quieres Samuel Alejandro? ¿Futuro o mediocridad? Veremos.
@ruizjosejaime