Por Carlos Chavarría
Cuando el PRI (o antes PNR) se apropió del discurso total de la República como entidad política discernible, fue porque en verdad esta no existía sino hasta que concluyó la Revolución; y fueron los notables generales los que, mal o bien, le dieron forma a la Constitución, alrededor de los propósitos de la gesta armada y las alianzas entre grupos militares.
Aunque nuestro presidente lo vea de otra manera, existe una gran diferencia entre transformación y revolución, como para que las diatribas mañaneras se conviertan en un nuevo discurso totalizador de la República.
Algunos nuevos notables por el influjo poder, ahora de MORENA, tarde se han dado cuenta de que López Obrador los metió en un garlito, les robo todas las causas y unido al poder monetario de la presidencia se apropio de todos los beneficios electorales para él y su voluntad. Tal que ni siquiera tuvo que definir los límites de “su transformación”.
Algo similar le ocurrió a la oposición. Por fuerza de la realidad concreta de haberse definido como democracia cristiana, sin perfilar cuál es la praxis social de la religiosidad mexicana, el PAN perdió su brújula [http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182012000100008] al inclinarse por y para todo con la derecha empresarial mercantilista surgida a partir de los 80’s; olvidando, lo mismo que el PRI, la renovación y /o actualización de sus bases ideológicas y los cuadros partidarios. Esto, a cambio del pragmatismo burocrático electoral, el asunto político se convirtió en evaluar el resultado por más o menos puestos de elección cedidos u obtenidos, sea en las urnas o en los oscuros pasillos del palacio.
Todas las asambleas del PRI posteriores a la “sana distancia zedillista” tenían como agenda central la “refundación del partido”, pero nada se redefinió y el partidazo sigue aún esperando un presidente que surja del desgaste del poder de los demás que le devuelva algún decoro. Porque eso de que ahora se definan como un partido de izquierda suena como una balandronada inducida por alguna noche etílica de compadres que discuten qué hacer para cambiar su suerte.
Al mismo tiempo, ambos partidos paleros entre sí, toleraron de todo. Y la descomposición resultó demasiado obvia, pero nadie quiso verla como veta y reto político, excepto AMLO.
De ser “un peligro para México”, AMLO ahora el tiene mas del 50% de las preferencias electorales y a quién él decida otorgarle el toque mágico del presidencialismo discrecional, en tanto la oposición de todos los colores esperan alguna ansiada catástrofe para poder asirse de ella en su lucha por el poder, pero no aciertan ni siquiera a respetar su antiguas bases ideológicas.
Monreal espera unir a los excluidos dentro de MORENA tomando el papel del adalid de la justicia apoyándose en el asunto de Veracruz, mientras Muñoz Ledo y otros se auto definen como la conciencia del pasado morenista que le dio origen; aunque en el proceso olvidan que el presidente ya logró lo que ni el PRI ni el PAN intentaron siquiera, usar las bases de sus partidos para quitarles sus raíces.
Otro sector de la oposición orgánica [http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032003000300001] el estado mexicano está formado por un grupo de empresarios que desde los 80´s sólo tienen un papel reactivo, y en consecuencia, no pueden destacarse como diseñadores de algún futuro político que vaya mas allá de sus empresas y los riesgos observados para ellas.
Con un PRI languideciendo por la ausencia de un poder presidencial que lo dirija, un PAN que se sabe arrastrar y aspira a ser segundo como norma, un “pueblo bueno” cooptado por las dádivas acostumbradas desde el gobierno federal, medios de información netamente empresariales, y una clase media sin conciencia de la economía política, la mesa está servida para que nuestra democracia inmadura demuestre que puede ser capaz de sacar al país adelante.
O, ¿será mejor que regrese el partidazo refundado en MORENA?.