Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Es posible conseguir algo luego de tres horas de pelea, pero es seguro
que se podrá conseguir con apenas tres palabras impregnadas de afecto.” // Confucio
Seguimos el sino de los tiempos que nos toca vivir, un mundo que hoy por hoy, por todo y para todo, vive partido en dos y en el que se exige tomar partido sobre cualquier cosa, cualquier tema.
Aquí no hay espacio para las medias tintas, no existen los atenuantes y no se puede estar parcialmente de acuerdo con algo y al mismo tiempo en desacuerdo en algunos detalles. Como decía un viejo amigo: “Conmigo en todo o nada, nena”.
A las críticas iniciales contra el gobernador Samuel García y su esposa, Mariana Rodríguez, que aparecieron el fin de semana luego de que anunciaran que habían llevado a su casa a un niño de Capullos para que pasara con ellos el fin de semana, aparecieron de pronto, como un tsunami, versiones defendiéndolos y pretendiendo dar un enfoque de “intencionalidad” a la acción.
No pretendo abordar el tema de si lo que hizo el matrimonio García Rodríguez estuvo o no mal hecho, cada quien tiene su percepción. Puedo decir que conozco algo del tema pues una persona cercana trabajó en Filios y buscando ayudar a un amigo me pude compenetrar en esos largos, difíciles y complicados trámites administrativos de una pareja que busca adoptar a un niño.
Pero no, no es eso lo que hoy me preocupa y ocupa, sino la actitud de las personas sobre los hechos, esa obcecación de buscar ubicarse en un extremo u otro de cualquier suceso y, lo que resulta aún mucho peor, la irracionalidad con la que se atacan uno y otro bando al intentar defender sus posiciones.
En tiempos cuando se habla de diversidad y de respeto a quienes piensan distinto, en la realidad ocurre todo lo contrario y cuando alguien no comparte un punto de vista se le cuelgan, además de todos los epítetos negativos posibles y un titipuchal de insultos, el calificativo o etiqueta de “enemigo”.
¿En serio es tan complicado el llegar a un acuerdo en el que las dos partes acepten, sin rencores ni cortapisas, que no se pueden poner de acuerdo y seguir adelante? ¿Es tan difícil continuar la vida sabiendo que la otra parte piensa distinto y por ello mismo evitando tocar el tema pues ya se conoce la forma de pensar del interlocutor?
Y dando cumplimiento a la Ley de Newton, hoy a cada acción hay una reacción y sin importar el tema, importancia o trascendencia, es inversamente proporcional, de manera que se crean dos polos opuestos y se inicia una guerra para ver quién consigue más “likes”, quién se apodera de las redes sociales, obtiene más “followers” o “retwits” y quién publica los “memes” más ingeniosos, sin olvidar los importantes “tik-toks”.
Pelear, pelear, pelear, todo el tiempo se va en eso, en discutir y en jamás aceptar que la otra parte puede tener razón con sus argumentos. ¿Qué faltan ideas? ¡Para eso están los insultos y las descalificaciones!
Ojalá un día entendiéramos que es cierto aquello que dice que “dos cabezas piensan más que una” y que con humildad, pero sobre todo con inteligencia, aceptásemos que podemos estar equivocados y que eso no nos hace ni más ni menos inteligentes, aunque sí más humanos para comprender que nunca terminaremos de aprender.
ftijerin@rtvnews.com