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Por Félix Cortés Camarillo

Una mañana, tras despertar de un sueño intranqulo,

Gregor Samsa se vio en su cama

Transformado en una monstruosa alimaña.

Franz Kafka

            Una de las más notables características de los protagonistas de la vida política en México es su adaptabilidad al modelo que se les imponga enfrente, generalmente su máximo superior. Del Señor Presidente se copia no solamente el discurso, sino el tono y la actitud de éste. Hay una procura constante en acudir al mismo vocabulario y, si es posible, la modulación de la voz.

No sucede en otras estructuras políticas, excepción tal vez de algunos países latinoamericanos, que por largos decenios consideraron la presidencia imperial mexicana como un modelo a seguir; los mejores ejemplos se encuentran sin duda en Cuba, Venezuela y Nicaragua: movimientos inspirados en erradicar un régimen piramidal, dictatorial y corrupto acaban por convertirse en regímenes piramidales, dictatoriales y corruptos.

El presidente López no abandonó su papel de candidato en campaña, como era de esperarse una vez que fue reconocido y proclamado presidente electo de México por el mismo INE que hoy acusa de corrupto y mentiroso. Por el contrario, y a partir de su investidura presidencial, Andrés Manuel López Obrador ha dejado claro en su palabra y obra que no es el presidente de todos los mexicanos sino de una facción que él considera es abrumadoramente mayoritaria pero que no deja de ser una facción.

En esa concepción del ejercicio de la política reside la simiente de la agresividad verbal y de la otra hacia los que no se pronuncian totalmente por el aplauso irrestricto a las políticas de Palacio, y de la deformación del criterio que define un buen servidor público: lealtad ciega por encima de conocimientos o eficacia.

Sobre esa misma línea de conducta verbal se mueven los pronunciamientos principales del gobierno de la ciudad capital, de las relaciones internacionales o de la política interna del país: sus titulares como voceros de un partido político y no de un Estado incluyente.

Don Adán Augusto López Hernández, encarnación plena de esa metamorfosis que supuestamente le llevará a suceder al presidente López, está dando muestras firmes de lo que escribo. Si días antes, por sus órdenes, el Senado desmanteló la comisión especial para investigar los atropellos al gobernador de Veracruz, el secretario de Gobernación culminó el sábado la defenestración de Ricardo Monreal quien es senador morenista, coordinador de los senadores de Morena y abierto aspirante a la presidencia de la república: él fue quien instigó la comisión hoy extinta. Sólo que Ricardo Monreal dejará la coordinación, sin duda.

López Hernández fue claro: la comisión en Veracruz “beneficiaba más a los intereses de la oposición; propiciaba una división al interior del movimiento…nosotros mismos estábamos abriendo el debate sobre si convenía o no desaparecer los poderes en un estado”. Según don Adán, no se debe “perder el tiempo en estériles batallas al interior” del partido. Mejor es convencer a a oposición para que prosperen las reformas eléctrica, a la Guardia Nacional y la Político-Electoral.

¿Así o más partidista? Los kafkianos en el poder.   

PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Si para el presidente López la mejor cura contra el Covid 19 son los escapularios, el detente y las frotaditas con Vick Vaporub en el pecho ¿por qué carambas el director del ISSSTE, doctor Pedro Zenteno Santaella, no puede curarse con medicina homeopática, cuyos recursos son reconocidos como efectivos? El fundamento de la homeopatía, simila similarum, expresa que el mal se cura por sí mismo. Eso es en esencia el principio de la vacunación.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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