Por José Jaime Ruiz
¿Qué le va bien a Samuel Alejandro García Sepúlveda? El combate al covid, el regreso a clases, la reactivación económica. Los énfasis de este gobierno transitan por la salud y la educación, no por la sequía, la inseguridad o la nula persecución en contra de Jaime Rodríguez Calderón. El alcance político de Samuel Alejandro es su avance: en su golpe de timón y cambio existe la pertinencia para asumir la rendición de cuentas, la transparencia.
Subsiste un ejercicio de legitimidad que Samuel Alejandro no asume: no es El Bronco, no es Rodrigo Medina. En un constructo, Samuel Alejandro debe ser Samuel Alejandro. Su narrativa se agota en Instagram y redes sociales. Es poco el beneficio mediático que le aportan los jalisquillos y la niña michoacana.
Gobernar es legitimarse cada día, o perecer en el intento. Las oportunidades para Samuel Alejandro son únicas, pero perecederas, hay que aprovecharlas. La relación con Washington DC, enorme; Texas, ni se diga. Y, sin embargo, Samuel Alejandro no puede verse ni sentirse peón del embajador de los Estados Unidos, hay que corregir las fotos. Agachón y sometido, nunca.
¿Qué le va bien a Samuel Alejandro García Sepúlveda?
Crecer como gobernador significa enfrentar y confrontar. Ni simular ni disimular. Hacer de retos, rutas. Hacer de problemas, soluciones. Como gobernador, Samuel Alejandro olvidó la confrontación con Andrés Manuel López Obrador, no la necesitaba. Como gobernador emprende una relación fructífera con Texas, Tamaulipas y Coahuila. Y hasta donde tope, que es mucho.
Existe un espíritu aventurero en Samuel Alejandro. Hay que acotar: orden y aventura. Casi siempre Samuel Alejandro lo quiere todo y todo en un día, en instante. Imposible. Dosificar puede ser un verbo; prudencia, sustantivo. El adjetivo que lo imponga cada lector.
La conquista definitiva
Nos dice Italo Calvino en su libro Las ciudades invisibles:
“En adelante Kublai Kan no tenía necesidad de enviar a Marco Polo a expediciones lejanas: lo retenía jugando interminables partidas de ajedrez. El conocimiento del imperio estaba escondido en el diseño trazado por los saltos espigados del caballo, por los pasajes en diagonal que se abren a las incursiones del alfil, por el paso arrastrado y cauto del rey y del humilde peón, por las alternativas inexorables de cada partida.
“El gran Kan trataba de ensimismarse en el juego: pero ahora era el porqué del juego lo que se le escapaba. El fin de cada partida es una victoria o una pérdida: ¿pero de qué? ¿Cuál era la verdadera apuesta? En el jaque mate, bajo el pie del rey destituido por la mano del vencedor, queda un cuadrado negro o blanco. A fuerza de descarnar sus conquistas para reducirlas a la esencia, Kublai había llegado a la operación extrema: la conquista definitiva, de la cual los multiformes tesoros del imperio no eran sino apariencias ilusorias, se reducía a una tesela de madera cepillada: la nada…”.
La conquista definitiva… la nada.
Aprender es difícil. Operación extrema. Nuevo León. Conquista definitiva. El juego político que no escapa. Mate y jaque. Retener o avanzar. Esencial, el poder se ejerce o no es poder. Descarnar conquistas. Encarnar conquistas. Samuel Alejandro tiene enfrente el poder. Mejor asumirlo que consumirlo. Cauto rey, humilde peón.
¿Qué le va bien a Samuel Alejandro García Sepúlveda? Aprender. Aprender de sí mismo. “El fin de cada partida es una victoria o una pérdida: ¿pero de qué?”. ¿De qué? Nada de apariencia, nada de ilusión. Algo de todo en contra de la nada. Gobernar. ¿Lo entiendes, Samuel Alejandro?
@ruizjosejaime