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Por Carlos Chavarría

El nuevo pleito entre tres prominentes personajes de la 4T, todos muy cercanos a nuestro presidente, no refleja sino el estilo de liderazgo personal de López Obrador; quien siendo fiel al modelo de época que admira y al que desearía volver, se concentra en provocar competencia entre los miembros de su equipo que tienen responsabilidades tangenciales, como es el caso de el fiscal Gertz, Scherer, y la Senadora Sánchez Cordero.

Por supuesto que los que se quedan, y aceptan ser sometidos a ese estilo de mando serán lo más serviles, aquellos que están dispuestos a todo con tal de mantenerse en el juego del poder. Muy parecido al estilo de mando de los reyes y sus cortesanos, donde el monarca jugaba todo el tiempo encargándoles a 2 o más personas la misma cosa con instrucciones encontradas y advirtiéndoles de cuidarse de divulgar sus encargos con nadie.

La realidad es que el presidente no confía en nadie, ni siquiera en los que parecen más leales. Recordemos que muy al inicio de su gestión declaro que él prefería lealtad a capacidad, y los tres alfiles sacrificados todos son muy capaces en su campo de conocimiento y experiencia.

Sin confianza no hay equipo, y sin este último no se darán los resultados. Sin confianza, las organizaciones serán disfuncionales y enfermas. Eso es terrible que ocurra, cuando estamos en el último trecho del sexenio y los resultados esperados que tanto se pregonaron no se ven por ningún lado, habida cuenta de que los problemas se están agudizando cada vez más, y eso no se puede ocultar a todos todo el tiempo.

Lo más grave es que el presidente usó la inspiración de la desconfianza como estrategia no sólo dentro de su organización, sino como la columna vertebral de su mandato, simbolizado en una paranoia que raya en el absurdo, como el de defender a Peña Nieto frente al pobre papel de este frente a los medios que lo trataron como “su payaso”.

Una vez que la organización ya descifró la desconfianza de fondo que guía al líder hacia todos sus miembros, ocurre el fenómeno ante el que no se puede sobrevivir, y ocurre cuando el equipo es el que pierde la confianza en su líder.

Que se retire cualquiera de los amanuenses a modo que viven de congraciarse con el presidente, no tiene ninguna importancia, pero que una persona del calibre de Scherer haga públicos sus desacuerdos con el líder, debe ser muestra suficiente del desmoronamiento de la compactación del equipo que trabajó para llevar al poder a MORENA.

Bastan estas palabras del que fuera abogado de la presidencia: “Respeto como a nadie al presidente de la República. Mi lealtad hacia él, hacia su proyecto de Nación y hacia su persona es un valor irrenunciable. No podría atentar contra ello.

Dueño de mis palabras, soy consciente de la dureza de estas líneas que intenté contener hasta que la infamia tocó a mis hijos, el nombre de mi padre, a mi familia entera. Me tocaron en lo más profundo”.

“También he de decir, en medio de esta persecución, que he contado con la solidaridad, el respeto y el respaldo de la mayoría de las personas con las que construí puentes para sumar a la transformación de México”. Publicado en el numero 2368 de la revista Proceso.

Un estilo de liderazgo autocrático basado en la desconfianza y además guiado por un mal temperamento ante la crítica, es muy difícil de cambiar, ojalá nuestro presidente entienda que debe dar un golpe de timón a sí mismo para que a México le vaya bien.

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// Carlos Chavarría

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Autor: lostubos
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