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Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

“No designemos amigos, hagamos amigos a los designados”, recomienda uno de los aforismos de José Francisco Ruiz Massieu. Ratificado como secretario de Seguridad, a pesar de su incapacidad como funcionario público desde el gobierno de Jaime Rodríguez Calderón, Aldo Fasci Zuazua sigue en su puesto no gracias a su capacidad; perdonando su incapacidad, el gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda mantiene al Tío Aldo por afecto, por familia, por amistad cruzada entre vástagos y socios.

El ciclo de Aldo Fasci Zuazua terminó hace mucho pero, como el cadáver del poeta César Vallejo, sigue muriendo… políticamente. Los feminicidios y las desapariciones exhiben al Tío Aldo, quien no puede con la inseguridad que asola a Nuevo León. Desde hace mucho tiempo el Tío Aldo está rebasado. Las recientes manifestaciones feministas lo exhibieron y exhibieron su falta de empatía y carencia de solidaridad con padres, madres y familias de las mujeres desaparecidas.

El Tío Aldo ya no es un activo para el gobernador Samuel García, al contrario, se convirtió en un lastre. La credibilidad, la representatividad del gobernador, es minada, es deteriorada por el Tío Aldo. Mantener en su puesto a Fasci Zuazua es un error político, social y de gobernanza. El Tío Aldo tiene que irse o Samuel Alejandro cargará en sus hombros con la ineptitud y el descrédito de SU secretario de Seguridad. El nuevo Nuevo León no se puede fundar con caras viejas, con avejentadas actitudes. Mientras el Tío Aldo siga como secretario de Seguridad, el gobernador se disminuye.

¿Y qué decir del fiscal general del estado, Gustavo Adolfo Guerrero? Gustavo Adolfo, escondido tras boletines misóginos, nunca da la cara a los ciudadanos, no es un fiscal de hierro, es un fiscal de yerro, de yerros, es decir, es un funcionario del error. Errático, desacertado, equivocado, omiso, descuidado, Gustavo Adolfo, en el feminicidio de María Fernanda Contreras, enmarcado en Semana Santa y como Pilatos, se lava las manos. Habrá que empujar que al fiscal general del estado se le elija a través del voto, como hacen los gringos, y no sea puesto por el gobernador y el Congreso local. El fiscal ha sido fiscalizado, inspeccionado, investigado, indagado por el movimiento feminista y perdió.

Si el Tío Aldo realmente ama a Nuevo León, debe retirarse, renunciar al puesto que desde hace mucho le queda grande. Le haría un gran favor a Samuel Alejandro quien, libre ya de ataduras afectivas, podría no designar a un amigo, sino hacerse amigo del próximo secretario de Seguridad. Si el Tío Aldo se queda, pierde el gobernador y perdemos los ciudadanos. Piénsenlo, estamos a tiempo.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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