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Por Félix Cortés Camarillo

Estamos viviendo en el mundo a un paralelo emerger con fuerza de dos corrientes supuestamente opuestas y de raíces muy distantes: el ultra derechismo, de manera especialmente marcada en Europa, y el populismo supuestamente de izquierda particularmente en América Latina. España y Francia ejemplifican esas tendencias. No hace mucho algunos torpes políticos del PAN mexicano se identificaron públicamente, para beneplácito del populista presidente López, con Vox de España, la más execrable de las derechas europeas.

Este domingo tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia. A esta segunda vuelta llegan los finalistas del 10 de abril:  el actual presidente Emmanuel Macron y Anne Marie –llamada Marine– Le Pen, por la Agrupación Nacional, antes Frente Nacional, que fundó su padre Jean Marie en 1972 y dirigió hasta el 2011. Jean Marie saltó a la fama a comienzos de este siglo cuando llegó a la segunda vuelta presidencial frente a Jacques Chirac; desde entonces, 2002, su derecha radical ha echado raíces y cosechado frutos en el electorado francés.

A niveles tales que su hija puede convertirse en la primera presidente de Francia. Los cartones están a cuartos. Macron ganó con el 28 por ciento de los votos por mejoras en el empleo y la productividad. La señora Le Pen obtuvo el 23 porcentual al abandonar el rechazo radical a los inmigrantes. Jean-Luc Melenchon, de una izquierda radical contraria a la Unión Europea tuvo el 22. El cuarto jugador poderoso y decisivo es el abstencionismo que hace tres semanas significó el 25 por ciento. Lo demás son migajas de partidos minúsculos.

Una radical derechista en el gobierno de Francia significaría un duro golpe a la unidad europea. La señora Le Pen es racista, proteccionista y contraria a la unidad. Su discurso y simpatías le pone del lado de las derechas agresivas e intolerantes de Hungría… y de Rusia. Exactamente como el gobierno del presidente López, que se decía antaño de izquierda.

PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Dos incomprendidos idealistas que gobernaron con mucho amor México, uno con brevedad y el otro con perseverancia, compartieron la obsesión de trasladar de algún modo el trazo que el prefecto del Sena Georges-Eugène Haussmann aplicó a mediados del siglo XIX a la capital de Francia transformándola radicalmente y sentando las bases del urbanismo moderno. Maximiliano y Porfirio Díaz soñaron con hacer la Ciudad de México con un trazo similar, y El Caballito ocuparía la función de punto central de la estrella que es en París el Arco del Triunfo, de donde salen y donde terminan las grandes avenidas. El Paseo de la Reforma, que venía de Chapultepec al centro de la Ètoile mexicana, es lo que queda de ese sueño. La cuarta simulación, en su afán de acabar con todo lo que huela a pasado glorioso, ya acabó con la estatua de Colón. Ahora sigue la glorieta de la Palma. No tardará en estar en su lugar una Ceiba u otro árbol del trópico mesiánico. Desde luego, previa consulta al pueblo bueno y sabio. Lo que hay que ver.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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