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Feminismo NL: radicalizarse o morir en el no-intento

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

Radicalizarse para no seguir muriendo. Las mujeres en Nuevo León tienen la opción legítima, revolucionaria, de trascender la manifestación por la emancipación. Las mujeres siguen poniendo los cuerpos (asesinados, violados, vejados) y las autoridades el cinismo. Para avanzar, la lucha feminista en Nuevo León requiere de dos verbos que son acciones: provocar y transgredir. Las expresiones callejeras visibilizan la violencia en contra de las mujeres, pero no erradican el problema. Hay que pasar del “activismo pasivo” al activismo participativo, social.

Al poder le conviene que la discusión se enfoque en las peticiones mínimas del movimiento feminista: quitar al fulano de Seguridad Pública o al zutano de la Fiscalía General. Quienes los suplan en esos puestos no acabarán con la violencia patriarcal que se ejerce en contra de las nuevoleonesas. Radicalizar es revolucionar de fondo las relaciones familiares, sociales, de trabajo, de la reis pública; acotar a los gobiernos, a los poderes judiciales y al Legislativo. La tarea urgente del movimiento feminista en Nuevo León es emanciparse del patriarcado. Las marchas ayudan, no resuelven.

Al radicalizarse, el movimiento feminista descubrirá a sus verdaderos adversarios que pasan por las relaciones familiares, los grandes empresarios que históricamente han implantado una cultura patriarcal, los medios de comunicación, sobre todo de la derecha, como El Norte, los poderes públicos que desdeñan las luchas feministas, las diversas iglesias y sus seguidores que se oponen al aborto y al derecho de las mujeres sobre su cuerpo. Tampoco hay que olvidar al crimen organizado, la trata de blancas y los feminicidios que cometen, muchas veces de la mano de las autoridades.

Los posicionamientos de las colectivas de Nuevo León, aunque legítimos, son ingenuos. No se trata solo de la violencia ilegítima de las policías contra las marchas, se trata de la violencia, en toda su extensión epistemológica, contra las mujeres. Para una nueva epistemología del feminismo en Nuevo León hay que trazar algunas cartografías.

Trazar el mapa de la violencia intrafamiliar y acabar con la idea patriarcal del “amor de la mujer al hogar y a sus hijos”. No es amor, es trabajo.

Trazar el mapa del fascismo contractual donde no existe equidad en el trabajo femenino y el trabajo masculino. Provocar una legislación donde las remuneraciones y las prestaciones sean equiparables a las de los hombres.

Re/trazar el mapa de la legislación local del derecho a la mujer al aborto y el derecho a ser libres en su ejercicio corporal.

Trazar el mapa de las coincidencias de la lucha feminista con la lucha por el medio ambiente y la cercanía con grupos vulnerables, como los de LGBTIQ+, ciudadanos de pueblos originarios y migrantes.

En la gruesa línea roja entre lo existente y lo inexistente, entre lo visible y lo invisible, los grupos vulnerables, incluyendo a las mujeres, se encuentran en la segunda situación. Por eso Boaventura de Sousa Santos afirma: “Las distinciones invisibles son establecidas a través de líneas radicales que dividen la realidad social en dos universos: el universo de ‘este lado de la línea’ y el universo del ‘otro lado de la línea’. La división es tal que ‘el otro lado de la línea’ desaparece como realidad, se convierte en no existente, y de hecho es producido como no existente. No existente significa no existir en ninguna forma relevante de ser”.

La hegemonía patriarcal provoca esta sociología de las ausencias. La última fotografía de Debanhi Escobar es simbólica, más allá de la ausencia en una madrugada criminal, existe una soledad acrecentada: la desolación. Así que, morras, a radicalizarse o morir en el no-intento.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: lostubos
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