Por Félix Cortés Camarillo
La vida de Antonio Santi Giuseppe Meucci (1808-1889) pertenece al grupo de las que me gustaría tomar y recrear en una fantástica novela. El florentino, militante en pro de la unificación de Italia, no tuvo dinero para terminar sus estudios de ingeniería mecánica y química. Trabajando en el teatro de la Pérgola diseñó un medio de comunicación del cuarto de control con el escenario usando la tecnología del tubo que se usaba en los barcos, tubo que perfeccionó luego en el Gran Teatro Tacón de La Habana. Emigró con su esposa a Cuba y de ahí a Nueva York, donde puso una innovadora fábrica de velas de parafina en Staten Island.
Ahí, en su casa –que alguna vez dio alojamiento a Garibaldi en su periplo– concibió un aparato que transformara los impulsos sonoros en eléctricos para comunicarse con su esposa Esterre, inmovilizada en la recámara de arriba por la artritis reumatoide. Llamó a su aparato teletrófono, porque adaptaba la voz al principio del telégrafo. Había nacido el primer sistema de comunicación personal, el teléfono, en 1854.
En 1860 Meucci hizo su primera demostración pública en Nueva York y en 1870 solicitó la patente. No tuvo los 250 dólares para pagar los gastos, y adquirió un cáveat, (inicio de trámite), que por diez dólares se podía renovar cada año. Los pagó ese año, el 71, el 72 y el 73. Para 1874 no tuvo los diez dólares.
En 1876 Alexander Graham Bell sí tuvo el dinero para la patente y desde entonces hasta el 2002 se le consideró el inventor del teléfono. Tres años más tarde el verdadero inventor murió pobre y solo mientras en los Estados Unidos ya había 180 mil teléfonos funcionando con la compañía de Bell Telephone. Edison arguye que él inventó nuestro teléfono basado en los trabajos de Bell y del alemán Rais, para darle más ambiente a la novela de plagios y corrupciones.
Todo, incluyendo la pobreza de Meucci y los 180 mi aparatos, está documentado.
De lo que poco sabemos, aunque tengamos menos dudas sobre su temprana existencia, es de la práctica de colgarse ilegalmente de los alambres primero y de las ondas hertzianas después, para escuchar las conversaciones ajenas. Para mí tengo que ello se practica desde que el aparato se hizo indispensable para toda la actividad humana.
Particularmente la política. El espionaje de amigos y enemigos está en uso desde el gobierno, como lo está demostrando el presidente López al través de su empleada Layda Sansores encargada de su sucursal en Campeche, que trae literalmente a telefonazos al dueño del membrete del PRI, Alejandro Moreno. El mismo espionaje que se hace desde las oficinas corporativas de los más grandes consorcios.
A López le conviene mantener, mediante el chantaje con las grabaciones del florido lenguaje de Alito y las documentadas propiedades ilícitas de las que goza, al frente del PRI. Es la mejor arma que tiene la cuarta simulación para seguir en el poder. Las corporaciones del capital se enteran por los mismos métodos de planes y estrategias, así como de virtudes públicas y vicios privados de sus competidores.
Lo único que me irrita es que la defensa de los desvelados por estas grabaciones es solamente el hecho de que fueron obtenidas ilegalmente. Nadie desmiente el contenido de lo que en esas grabaciones se dice, la autenticidad de personajes y voces. Simplemente se hicieron al margen de la ley y fueron editadas.
Pues estamos en el período cínico de nuestra historia patria.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Nadie se cree el cuento de que Alejandro Moreno anda en Europa buscando la protección mundial ante la ofensiva del presidente López y sus achichincles. La Unión Europea ahora y la ONU después son meras comparsas. El chisme original era que su ausencia era definitiva para convertirse en prófugo de la justicia. No hay tal. Lo más probable es que, como dicen los que saben, Alito está en estos momentos reunido en algún lugar de Suiza, con Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto, recibiendo instrucciones. Que pudieran ser trianguladas con cierta oficina de Palacio Nacional en la Ciudad de México, beneficiaria de este sainete.
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