Por Carlos Chavarría
Si algo caracteriza los tiempos por los que está pasando el mundo y la sociedad que lo habita es la irresponsabilidad del humano y los aparatos que creamos para buscar la prosperidad que, a como se ve el curso de las cosas más lo que sigue, tiene todo menos eso, prosperidad.
No es privativa la circunstancia para los irresponsables remedos de líderes que gobiernan el mundo sino también para una comunidad acomodaticia que se adapta a cualquier desfiguro con tal de mantener algunos privilegios logrados a base de asumir que todo volverá por sí solo a la normalidad, negando toda evidencia de que no será así.
Somos la única especie de reino animal que altera irremediablemente su entorno sin pensar siquiera un poco en las consecuencias que esto acarrea. Todas las especies adaptan sus hábitos a los ciclos de la naturaleza y la capacidad de esta para regenerarse, nosotros no.
Desde los 70´s del siglo pasado el MIT de los EEUU elaboró un reporte encargado bajo el patrocinio del Club de Roma [https://www.clubofrome.org/publication/the-limits-to-growth/] que hoy continua siendo válido y que concluyó que no era sostenible un modelo de crecimiento que parta de la premisa de recursos infinitos en el planeta que habitamos.
A pesar de saberlo, porque ahora las evidencias ya son inobjetables, que vivimos sobre un entorno finito en sus recursos, nuestro modo de vida, que tanto queremos preservar y mantener. los explota como si fueran inagotables y ya se pueden ver los principales efectos de nuestra torpeza en el ciclo del agua y el agotamiento de los suelos y recursos minerales.
Nuestra estulticia no nos deja encontrar otra forma de prosperar que no sea a través del crecimiento y de ahí que nuestros asentamientos y ciudades se desarrollan bajo un modelo expansivo a sabiendas de que el agua –por ejemplo– no es un recurso infinito.
Parece ridículo que en todas partes del orbe con problemas similares de abasto de agua, se está buscando con desesperación “nuevas” fuentes para seguir alimentando el ciclo irresponsable de crecimiento que en realidad está preparando la siguiente crisis de alguien más o de nosotros mismos.
El problema del agua está amarrado con el del medio ambiente en general y la humanidad lo sabia desde los 80´s del siglo pasado, porque no solo México y no nada más Nuevo León atravesaron como ahora por los signos de la escasez de agua. Se lanzaron las advertencias de que debía modificarse el concepto de crecimiento agregándole incentivos y castigos reales, no simulados, por concepto de bajo rendimiento ecológico.
El agregar el rendimiento ecológico al crecimiento y la economía basada en éste, permitiría reconocer en el sistema de precios los costos por la remediación en los que debe incurrir la naturaleza o el humano para recuperar los recursos naturales consumidos. Pero seguimos sin hacer nada, excepto asegurarnos de llenar con trámites burocráticos los procesos de decisión y análisis de “factibilidad” públicos y privados involucrados en el crecimiento.
Se nos olvidó que una cosa es la factibilidad y otra la viabilidad de todo el entorno, en el cual ya estamos insertos y que no dispone de medios atenuadores que asimilen lo mucho de aspecto aleatorio que aún mantiene el ciclo no lineal del agua en la naturaleza.
En el colmo de la irresponsabilidad se pretende sacar agua de otras regiones para continuar la fiesta de un crecimiento inviable, pues en cuestión de pocas decenas de años el agotamiento de las fuentes convencionales ya será un hecho completo y entonces sí el colapso será asegurado.
Se debe operar, aunque sea impopular, en tres direcciones. Primero, mitigar el desabasto hasta los niveles mínimos para mantener la salud, al mismo tiempo aplicar los cargos que sean necesarios para recuperar la capacidad de regeneración del agua y de los niveles de humedad que teníamos antes de la desertificación causada por nuestra forma de vida, y finalmente aplicar a la vida económica toda, los mecanismos para reconocer el rendimiento ecológico en la rentabilidad privada de todos.
No se trata solamente de subir los precios del agua sino de implantar mecanismos equivalentes al premio y castigo por “la huella hídrica total” que asegure una economía hídrica regional de ciclo cerrado en relación con la naturaleza.
Si no lo hacemos vámonos preparando, estudiando cómo fue que otras civilizaciones ancestrales desaparecieron por causas similares a las que nos van a azotar en bien pocas generaciones futuras. ¿O vamos a seguir en la edad de la irresponsabilidad?.