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Por Félix Cortés Camarillo

Súbitamente, la sociedad de Norteamérica ha tenido que despertar a una realidad que ha pretendido ignorar, con el apoyo de sus gobiernos, durante más de tres décadas: el cambio climático. Al ver las imágenes de sus paisanos turisteando en Roma, París o Barcelona obligados a meterse en las fuentes de Trevi, la de los jardines Trocadero o la de Sants-Monjuïc para poder enfriar sus pies inflamados por temperaturas arriba de los 40 grados centígrados se comenzaron a dar cuenta de que algo está pasando en este planeta.

Seguramente fue más impresionante la serie de imágenes de los incendios forestales en miles de hectáreas del este de Francia y el centro de España; los cíclicos e indomables fuegos en los bosques del sur de California, con sus llamas llegando a las residencias de Malibú o de Santa Mónica se quedan chiquitos ante la magnitud de los incendios europeos.

Sólo otro tema distrae a los vecinos del Norte, que ni siquiera saben el primer nombre de López Obrador: el intento de golpe de estado, primero en su historia, que se dio el 6 de enero del 2011. Hasta entonces, los golpes de estado eran una anécdota recurrente de las repúblicas bananeras del sur cuando se pone en práctica el principio político del subdesarrollo elemental, el “quítate tú que me pongo yo”.

Ese primitivo principio nunca se puso en práctica en los Estados Unidos hasta que llegó Donald Trump a las grandes ligas del poder y se propuso ganar la presidencia de su país. Lo logró, pero quiso quedarse cuatro años más y perdió las elecciones. Entonces, entre el 18 de diciembre del 2010, el pelipintado convocó a sus seguidores a desconocer el resultado de las elecciones y tomar el Capitolio, donde sesiona el Congreso para que no diera legitimidad a la toma de posesión de Joe Biden. Ahí comenzó el intento de golpe de estado más inesperado de la historia y el acertijo que hoy pretende resolver una comisión especial del Congreso en audiencias dramáticas.

¿Qué hizo o dejó de hacer Donald Trump en ese lapso, que tuvo su clímax el 6 de enero con la toma del Capitolio por unos 300 truhanes -algunos armados-  impulsados, provocados, patrocinados por Trump?

De lo que dejó de hacer se sabe mucho: simplemente se puso a ver la tele con las noticias de como avanzaban sus huestes en el palacio legislativo, con un par de muertos en el golpe. De lo que hizo se está sabiendo más y más, con los testimonios de algunos de sus más cercanos colaboradores que le acompañaron aquella tarde histórica.

Es obvio que el circo mediático es patrocinado por el presidente Biden y su partido demócrata, que sienten pasos en el camino a las elecciones de medio término en un par de meses. El temor de que Trump regrese a la Casa Blanca tiene sustento, protagonismo y dinero.

Tal vez esa noticia suene bien en los oídos de Palacio Nacional en México.   

PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Mal articulada y todo, la mujer que cuestionó ayer la farsa de la mañanera del presidente López lo dejó molesto y le mereció un regaño al capataz de los paleros, vulgo jefe de prensa presidencial, quien decide quién entra y quién no, dónde se sientan y quién pregunta en la farsa de “comunicación circular” que protagoniza el presidente López.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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