Por Carlos Chavarría
Este tema siempre ha sido de gran interés para los gobiernos y los políticos en general. El impacto del costo energético en las cadenas productivas es alto, y en consecuencia en los hogares y por lo mismo de importancia electoral.
Hasta nuestros días la economía mexicana se ve impulsada por los “veneros del diablo” que nos heredó la naturaleza y que han servido a los gobiernos desde 1938 para sostener una política económica y social de tipo expansiva y clientelar.
Como expansiva que es, para el gobierno actual la eficiencia económica tiene bien poca importancia y el resultado es que nuestros problemas siguen ahí y pareciera que de nada ha servido la enorme cantidad de recursos usados en subsidiar los costos de la energía, así como la corriente de dinero que se hace llegar a las clases más desfavorecidas.
De hecho la mayor parte de la deuda pública contraída ha sido usada para privilegiar el gasto en lugar de la eficiencia y la inversión en infraestructura.
Hoy se pretende a como de lugar continuar con una política energética y de sus precios como si estuviéramos en 1938 y tuviésemos 30 millones de habitantes en el país, en tanto el inventario de petróleo barato o somero ya se gastó, y sacar el de aguas profundas en sí mismo es incierto, costoso y lento.
El sentido común y el financiero indica que se debiera privilegiar la eficiencia para sacar el mayor rendimiento a lo que quede de recursos peroleros para dejarle a las futuras generaciones un abastecimiento estable, rentable y con un apalancamiento sostenible para las posibilidades de la economía del futuro y no la economía de la siguiente elección.
Entender la eficiencia es muy simple. Podemos hacer volar hasta un tanque de guerra con alas de suficiente envergadura y turbinas poderosas, ¡pero no sería lo mas eficiente en forma de avión! Así es este asunto de la producción de gasolinas en refinerías cuya rentabilidad está atada a las variabilidades intrínsecas a la destilación del aceite como materia prima.
Tampoco la soberanía se sostiene como argumento para ser autosuficientes, porque esa soberanía se verá muy debilitada por las enormes deudas que se deberán contraer para pagar los faltantes de CFE y PEMEX al obligarlos a vender a precios subsidiados los energéticos.
Suena más racional buscar el balance superavitario en la canasta alimentaria, de salud y tecnologías cuyos efectos multiplicativos son mayores que la quema de recursos en el mofle de los autos, que además es bastante regresivo como subsidio.
Por causa de la disparidad de la lotería de recursos naturales ningún país puede aspirar a ser totalmente independiente del resto de la economía mundial y por esta razón ser mejores que el resto dentro de lo que sí tenemos potencial natural debería ser la guía para las políticas públicas para el desarrollo y no aquello que cuyo horizonte es la siguiente elección .