Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si
queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder”
Abraham Lincoln
Duele equivocarse, pero es necesario entender que igual que el hambre de “La Mesera”, el poder es canijo “y más el que se lo aguante”.
Conocí hace algunos años a Laura Paula López, en aquel tiempo panista, diputada y supe de su vida y dificultades, de su lucha personal y política; por ello cuando en los inicios de la presente administración estatal por ahí la grillaban para que no llegara a un cargo no dude ni un segundo en apoyarla y escribir sobre ella que me lo agradeció, además de que recibí mensajes a otras estupendas amigas felicitando mi proceder.
Hace poco más de un mes al acudir a desayunar con unas personas a un restaurante del centro de la ciudad me la topé de frente, estaba sentada en una mesa con el periodista Omar Elí Robles; para no importunar simplemente incliné la cabeza a manera de saludo, pero la Presidenta Ejecutiva del Instituto Estatal de las Mujeres simplemente me volteó la cara.
En ese momento varias preguntas me saltaron en la cabeza, ¿pues qué le hice?, ¿querrá que no me acerque porque está tratando algún tema delicado con Omar? Y en esas estaba cuando llegaron las personas a las que iba a ver, por lo que dejé el asunto por la paz.
Con el paso de los días un par de veces recordé el suceso y me seguía cuestionando el extraño proceder de la que consideraba mi amiga o por lo menos conocida.
Ayer, al enterarme en una columna de la frivolidad con la que se conduce en su cargo al hacer mensajes de Tik-Tok con todo el personal de la dependencia bailando vestidos con camisetas de color naranja, mi extrañeza se tornó en un mudo reproche, porque cuando escribí sobre sus atributos para dirigir el Instituto de las Mujeres aseguré que era sensible, capaz e inteligente y hoy ya vemos que no lo es tanto.
Y más cuando sigues leyendo y te enteras de que cuando llegó al gobierno estatal corrió a quienes sí entendían de los temas torales de las mujeres para colocar a sus allegados.
No pierdo ni gano nada con una amistad así, no sufro por no ser su amigo, sin embargo debo aceptar que duele errar y sobre todo darte cuenta de que el poder transforma a las personas y hace que el más centrado se maree al subirse a un ladrillo.