Por Carlos Chavarría
Viene a colación que se ha publicado por parte de la empresa de Agua y Drenaje de Nuevo León, que encontraron 90 edificios que no contaban con el dictamen de factibilidad de conexión a la red de agua y drenaje de la ciudad, se colige de lo declarado que a las mencionadas construcciones les falta algo, o cumplir algunos de los requisitos técnicos para recibir ambos servicios: o el de agua o el del drenaje, o ambos.
Puede ser que las redes ya no tengan capacidad para soportar más usuarios domésticos o comerciales, también que se encuentran con alguna restricción en la zona, etc. Pero se asume por principio que sí hay agua para surtirles, como también que la construcción se podría auto abastecer ejerciendo alguna concesión.
Todo nuestro conocimiento acerca de la naturaleza parte del principio de un mundo cíclico y previsible, el agua no es la excepción, pero la realidad ya no es así. Las perturbaciones que hemos introducido en el ciclo del agua hace que la variabilidad y los eventos raros aumenten, como es el caso de las sequías [https://www.worldwatercouncil.org/en/water-crisis].
Por supuesto que quienes representan a esas construcciones habrán de buscar una justa solución a su error y se someterán a algún tipo de negociación para evitar perder sus inversiones. Por su parte, las autoridades reguladoras harán lo propio y se hablará más del tema, pero no de lo más importante. Toda la regulación y técnica aplicada al tema del agua ya no es funcional porque al final parte del extemporáneo concepto de que un recurso inagotable. Ya no vale aquello de “es mejor pedir perdón, que pedir permiso”.
En la naturaleza no existen nuestros principios o conceptos como la justicia, libertad, economía, rentabilidad, etc. En la naturaleza existe un orden de cosas dominado por otro tipo de leyes físicas y electro químicas que incluyen el poder asimilar hasta algún nivel las intervenciones humanas, pero esos procesos de reducción de la entropía ya no son manejables por los ciclos naturales y ahora conspiran contra la viabilidad de nuestro modo de vida.
El tamaño del reto al que nos está enfrentando a una nueva realidad concreta, que nos obligará a cambiar drásticamente todas las prácticas de vida[https://d2ouvy59p0dg6k.cloudfront.net/downloads/big.pdf]; entre otras, a la manera en que interpretamos la rentabilidad privada de las tierras utilizables; y ante lo inevitable: reordenar nuestra actividad hasta el nivel que la naturaleza pueda recuperar, en este caso, el ciclo del agua y se disponga de un abasto más o menos estable para soportar la vida humana.
Estos edificios de ahora se acumulan a la lista de todos los propietarios de tierras urbanas y no urbanas, que en nuestra economía tienen tanto derecho como cualquiera a lograr el máximo beneficio de sus patrimonios, pero ahora en la ecuación de la economía regional se presenta otra parte demandante, que siempre estuvo ahí pero nadie la consideró: la naturaleza, y esta también aplica su propia, concreta y fría justicia ecológica, que no se somete a las leyes y lógica económica humanas.
Ya vamos tarde en la reingeniería de nuestro sistema de vida desde el momento en que hemos deforestado el estado de Nuevo León y sobre todo las áreas urbanas substituyendo todo por una plancha de concreto y una nube de gases de efecto invernadero no procesable.
Lo que vivimos no es un progreso sostenible, ahora la reversión de la degradación y la mitigación son imperativos no negociables, por supuesto que la corrupción de cualquier proceso de vigilancia o aprobación de límites de actuación por fines económicos es un crimen grave contra la sociedad.