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Kierkergaard y Internet de Don Andrés

Por Francisco Villarreal

Hace poco leí una frase matona que alguien publicó en FB: “La gente exige la libertad de expresión como una compensación por la libertad de pensamiento que rara vez usan”. La firman a nombre de Soren Kierkegaard. No suelo leer mucho a los filósofos, pero este señor me cae muy bien. Y casualmente había hojeado (no tanto leído) su “Either/Or” (“O lo uno o lo otro”). De no ser por esto, me hubiera ido aleteando a la jaula de las inocentes palomitas tan campante. No, don Soren no dijo eso. Dijo algo así como que la gente nunca usa la libertad de pensamiento, que sí tiene, pero sí exige la libertad de expresión, que no tiene. ¿Se parecen ambas cosas? Muchísimo. Pero no dicen lo mismo.

¿En verdad no usamos la libertad de pensamiento? Aquí difiero de don Soren. Sí la usamos, pero somos muy perezosos. La usamos mal y a medias. En lo doméstico podemos ejercerla con practicidad impecable, pero una vez que ampliamos nuestro universo privado las cosas se complican. Es muy fácil evitar la molestia de informarnos si ponemos parches con ideas ajenas. Los noticieros son un ejemplo. Como con la cita de Kierkegaard, el dato no es del todo falso, pero el enfoque tiene un objetivo distinto al noticioso. La libertad de expresión utilizada para incidir en la libertad de pensamiento. ¿Por qué? Pues porque durante años hemos visto a ambas libertades como independientes, cuando el pensamiento libre necesita de la libre expresión. Sólo que tenemos la noción equivocada de que los medios representan la libre expresión (y eso dicen ellos), y no es así, nos incumbe a todos.

En eso andaba “filosofando” cuando me entero que el Instituto Nacional Electoral y sus apéndices (jurídicos y orejanos) la traen en contra de la legión de periodistas, improvisados o no, que apoyan a la 4T, y muchas veces con trampas. Ya hace tiempo me puse a revisar ese tipo de publicaciones. “Hacen llorar a…”, “No se lo esperaba…”, “La dejaron callada con…”, “Le cayó la voladora a…”, “Les llegó su hora…” ¡Son como la vieja Alarma amarillista, pero en política! Así más o menos cabecean. Una vez que uno es atrapado, tenemos que escuchar un rollo tedioso, con información verdadera poco difundida, pero que no concluye confirmando el titular. Se sugiere que la información será contundente y escandalosa, pero sólo se trata de datos que, de otra manera, no se publicarían en medios convencionales o se perderían en medios de poca divulgación. La “digestión” editorial es descaradamente parcial, y se presume como libertad de expresión. Los medios convencionales de mayor alcance hacen lo mismo, ejercen su libertad de expresión, porque también es libertad de expresión callar, editar, matizar o jerarquizar con el criterio de los intereses de la empresa, no de la Comunicación y su compromiso social. La trampa es que, en ambos casos, no se trata de informar sino incidir a placer en nuestra oxidada libertad de pensamiento. Frente a esto, Soren Kierkegaard dejaría de filosofar y mejor se dedicaría a vender yukis en el centro de Copenhague.

El caso es que la invectiva del INE contra ese periodismo salvaje tiene más alcance que la política. Las huestes de Lorenzo están interviniendo en un campo de batalla que sólo parece ser político. En realidad, se trata del Armagedón de la Comunicación. El INE intenta controlar mecanismos con los que no puede negociar. Y no puede porque el instituto ya tiene un “team” sólido, incompatible con otras plataformas de expresión… y pensamiento. El uso excesivo de los medios de comunicación para atacar a este régimen cambió, o mejor dicho, abolió todas las reglas, empezando por la ética. El flujo de información a través de internet hace ya imposible cualquier control mediático tradicional desde las instituciones oficiales, empresariales o facciosas. Ya no funciona la pauta oficial en medios. Un simple “meme” viral desmorona la mejor campaña orquestada desde las sapientísimas mesas de comunicación social. No es casual que los medios convencionales incluyan ya en sus contenidos información generada por las redes sociales. Adoptan lo que no han podido parir.

Sin embargo, el INE equivoca la táctica. Callar a los intrusos en su fiesta democrática es más una provocación. Se erige en censor y, además, parcial, porque llevamos varios años escuchando andanadas de insultos y mentiras entre políticos y sus contertulios necesarios, sin que el INE y el TEPJF hagan otra cosa que voltear hacia otro lado… y todos sabemos hacia qué lado. No hay diferencia entre lo que hacen estos agrestes comunicadores y los que se ostentan como legítimos. No se trata de apoyar o atacar a un personaje, gobierno, partido o institución. Se trata de subvertir la Comunicación. O al menos esa comunicación que sufrimos en México en donde normalmente la ética es prescindible y la información se receta en dosis homeopáticas no para curar la enfermedad sino para mantenerla. Suerte a Lorenzo con su incursión punitiva en internet, bereberes en Groenlandia. No creo que el plan de internet universal de don Andrés se le ocurrió de oquis, mientras eructaba los chanchimitos del almuerzo. ¿Así que quieren hacer una revolución social? Sencillo: que fluya la libertad de pensamiento a través de la libertad de expresión. ¿En los medios? ¡Imposible en México! ¿Qué tal en… Internet?

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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