Por Félix Cortés Camarillo
Leticia Martínez, juez local del condado Webb, en Texas, aminoró el problema que tenía Yeishi Morilla Villaseñor, hija del alcalde morenista de Tacámbaro, Michoacán este pasado fin de semana: le fijó una fianza de cinco mil dólares por los supuestos delitos de lavado de dinero y contrabando de armas en grado de tentativa. La fianza fue garantizada de inmediato y en teoría, la señora estaría ya en libertad pero hay la posibilidad que la autoridad fronteriza haya levantado otros cargos.
La señora Villaseñor fue capturada en el cruce fronterizo Juárez-Lincoln, de Laredo. Traía escondido alrededor de su cintura un cuarto de millón de dólares en efectivo y en su automóvil del año dos armas de fuego.
De regreso al planeta Tierra, esta semana la Suprema Corte de Justicia mexicana tendrá que resolver, entre otras cosas, sobre la legalidad o no de la prisión preventiva oficiosa, una figura muy polémica del Código de Procedimientos Penales de nuestro país. Merced a esta disposición está en la cárcel sin haber iniciado su juicio el ex procurador de la República Jesús Murillo Karam, personaje central del sainete armado por el gobierno de la cuarta simulación para acallar el caso de los 43 asesinados de Ayotzinapa.
Pero junto con Murillo Karam en las cárceles del país y hay más de cien mil mexicanos presos sin haber sido llevados a proceso. Han sido condenados por la mera denuncia de la Fiscalía, sin tomar en cuenta en ningún momento la presunción de inocencia, un principio del derecho romano que está en loa códigos procesales de México, y sin respeto a los derechos humanos de los inculpados, que supuestamente está en la Constitución.
Obvio es decirlo -pero es necesario insistir en ello- que esos pobres seres humanos son eso precisamente, pobres. No cualquiera de ellos tiene acceso a un abogado, ni a los recursos para que él tramite una garantía de fianza por cinco mil dólares, como la señora Villaseñor, y poder continuar su proceso en libertad. El licenciado Murillo Karam sí los tiene, pero su caso es distinto; como le dijo a quien lo arrestó a las puertas de su domicilio: “no es penoso, es político”.
Precisamente, la SCJN tiene que resolver una cuestión que se mantiene desde el Ejecutivo por interés político. Hay que llevar al altar un cordero cebado para ofrendarlo y con ello “quitar los pecados del mundo” como dicen en la misa. Los demás pobres diablos, sean inocentes o no, que se jodan. En este sexenio, primero los pobres. Seguirán en la cárcel hasta que les toque un proceso.
Porque es debido.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas). Con todo respeto, señor presidente: ya estamos acostumbrados al diluvio de anuncios comerciales de los políticos, gracias a los “tiempos oficiales” en la tele (dadas hasta puñaladas) como los que usted tiene ahora al aire a todas horas en cualquier canal. También nos damos cuenta de que la campaña de un producto que se llama “no somos iguales” abunda en cifras que son totalmente improbables y presumiblemente falsas, especialmente porque vienen de su boca de usted.
Lo que llama la atención es la pobre manufactura de las cápsulas de propaganda de su cuarto informe. En cada uno de ellos, el fondo es inmóvil. Pueden ser centenares de elementos de la Guardia Nacional, empleados del llamado aeropuerto internacional Felipe Ángeles o miembros de su gabinete. Todos están tiesos, inmóviles, congelados. Ni el cuadro de Benito Juárez se mueve. Son adornos de utilería.
Pero eso también, lo entiendo, es intencional suyo. Usted es el Juan Orol de esta película que se llama cuarta transformación. Usted inventó el argumento, escribió el guion, coordinó a los extras, aportó la música incidental, escogió el reparto, dirigió las cámaras, es el productor ejecutivo y el director. Además de protagonista.
Puro Juan Orol.
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