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Por Francisco Tijerina Elguezabal

‘Algunos se equivocan por temor a equivocarse’. // Gotthold Ephraim Lessing

Nadie puede decirse sorprendido, fueron dos años de pandemia y todo estaba claro desde hace un par de meses: en agosto sería el regreso a clases presenciales en todos los niveles y era menester el estar preparados, de manera que no hay sorpresa.

Por ello resulta inadmisible que las autoridades de la Universidad, del Instituto de Movilidad, de San Nicolás y Monterrey y los empresarios del transporte, aparezcan con cara de asustados diciendo que no esperaban esa afluencia de personas los primeros días del retorno de los estudiantes a las aulas.

¿Cuántos años tiene Ciudad Universitaria? En los últimos tiempos no han crecido en estacionamientos pero sí se ha incrementado el número de alumnos, ¿cómo pretenden resolver un problema de espacio? ¿Con magia?

Que te agarren con los calzones abajo y se sature el Metro, los camiones y las calles, es señal inequívoca de que las personas que están encargadas de la movilidad no tienen ni remota idea de lo que pasa y desconocen flujos, aforos, horas-pico y todo lo relacionado con el tema, ¿para qué diantres están ahí entonces?

En la Universidad su vocero dice que están “diseñando campañas para concientizar el uso de automóviles compartidos, así como estrategias y diseños de espacios de áreas destinadas para el ascenso y descenso de los pasajeros”, igualito que se tratara de niños de colegios privados, pero eso sí, “buscarán establecer una mesa de trabajo para encontrar soluciones a corto, mediano y largo plazo”.

¿Así o más clara, precisa y contundente la aceptación plena de que no sabían lo que iba a ocurrir? ¡Y ahora, será ahora, que citen a una mesa de diálogo para ponerse a buscar soluciones! ¡Cuánta belleza! ¡Qué oportunos!

Pero si la impericia de los encargados de la Universidad es monumental, la de los burócratas del Instituto de Movilidad en el Estado es interplanetaria.

No asignar más vagones del Metro por la mañana, mediodía y noche, así como no reforzar con un mayor número de unidades las rutas de transporte que llegan al campus, resulta no sólo inaceptable, sino criminal.

La respuesta de las autoridades estatales a través de un escueto comunicado los dibuja de una pieza y nos permite ver la prioridad para la institución: “La meta es lograr, junto con la institución educativa, una movilidad sostenible. En ello, el transporte público jugará un rol relevante porque la prioridad son los peatones”.

Ah caray, ¿la prioridad son los peatones? ¿qué no es la movilidad y todos sus elementos.

Van tarde, más que el car-pool y las bahías de ascenso y descenso, la Universidad tendría que conseguir con el Estado amplios terrenos en puntos estratégicos para habilitarlos como estacionamiento y desde ahí tener rutas directas a C.U. ¡Y por piedad, que pongan suficiente vigilancia en esos estacionamientos para que no desvalijen coches ni asalten estudiantes!

Los muchachitos y sus papás no van a entender con una campaña de concientización, ni tampoco se subirán al ineficiente y atestado Metro o camión, tienen que ser creativos y dar un paso al frente, pero no, eso no se les da, siempre van 365 mil 200 kilómetros detrás de la procesión.

¡Inútiles!

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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