Por Obed Campos
A los nuevoleoneses nos cae bien mal que nos comparen con el resto del país, porque en nuestro imaginario wannabe nos creemos más texanos que mexicanos, es la mera verdad, siendo que nuestra entidad, en cuanto a lo gringo, puede parecer más bien el Viejo Oeste, el de las películas de indios y vaqueros, en que imperaba la brutalidad y la única ley válida era la ley del revólver.
Hoy quiero hablar de Juárez, pero el municipio de Nuevo León, no vaya usted a creer que la tierra de Juan Gabriel, que esa definitivamente es otra historia, y pues resulta que ese municipio de Juárez, el de nosotros, conocida también como “Capital de los Tamales”, sí tiene dueños y no es tierra de nadie.
La posesión del municipio la comparten por un lado, la familia del heredero de la alcaldía, Francisco Treviño Cantú, quien no hizo nada para ser alcalde más que apellidarse Treviño Cantú, y por otro lado, los hediondos que no se bañan por andar delinquiendo, autoproclamados mañosos.
Y es que resulta ofensivo y lastimero que, siendo Juárez como lo es, parte del área metropolitana de la capital de Nuevo León, se den escenas como la que se vio estos días en toooodos los periódicos: la de un puente “peatonal” con un endeble andamio improvisado como escalera para acceder a esas alturas y la fila de niños, jóvenes y uno que otro adulto, tambaleando para alcanzar los tres o cuatro metros de altura.
Si esta escena no fuera trágica, seguramente el alcalducho Francisco Treviño Cantú, quien está en el cargo por pura herencia, como ya dije, sería contratado por la Warner Brothers para efectos especiales en películas como la de Jumanji. Porque ni en las películas mudas del genial Buster Keaton se ven este tipo de peripecias.
Es más, las trampas exhibidas en esa sagas cinematográficas palidecen, ante el peligro real de un andamio tambaleante, en pleno siglo XXI y en una ciudad que se dice moderna y metropolitana.
¿Quieren que a Juárez se le borre la imagen de rancho tamalero?
Cambien de alcalde.
Porque no se les olvide que en ese municipio no manda la autoridad republicana, sino que el sartén por el mango lo traen las pandillas de delincuentes dizque organizados, quienes controlan desde el tráfico normal, el de drogas, y hasta el cobro de piso, pasando por la organización de las mazmorras donde esconden multitudes de migrantes a quienes cobran en dólares, por su paso rumbo a la frontera y a sus sueños.
Ah, y no se les olvide el infame negocio del secuestro que les genera tantas ganancias, mientras el alcalde Treviño Cantú voltea su mirada para otro lado.