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Por José Francisco Villarreal

Si lavar, cocinar, asear y asearse utilizando un intermitente y milagroso hilillo de agua significa que el 70% de la metrópoli tiene agua (hace días Samuel dixit), no quiero imaginar lo que padece el 30% que no tiene. La asistencia del secretario de Gobernación en el inicio de las obras de El Cuchillo 2 coincidió con piadosas lluvias que habían caído en el estado. La noticia de que se buscará traer agua del río Pánuco llenó la bien hidratada boca del gobernador García. De muchas oficiosas partes fluyeron torrentes de saliva que profetizan un futuro halagüeño y anegado para los nuevoleoneses. Si pusiéramos represas a esos veneros de Nostradamus, otro gallo nos cantara, ¡hasta los patos nadaran en esas bocas, no en La Boca! Estamos felices y muy agradecidos con estos gobiernos, estatal y federal, porque por fin estamos saciando la sed que vamos a tener algún día, aunque no saciemos todavía la que tenemos. Es desconcertante y muy irritante que nos llueva a cántaros, y que sigamos a la caza de cántaros celestiales para deshacernos de esas heces del sanitario a cantarazos; que veamos desfondarse las nubes mientras nos lavamos las manos con el gel desinfectante que sobró de la crisis pandémica. Sí, la crisis hídrica conlleva una crisis sanitaria inevitable.

No sé si fue obra intercesora de las divinas corcholatas o de septiembre llovedor, pero recién llovió en serio. El gobernador feliz pudo ser representado en las redes brincando charcos, ensopándose en un crucero, o incluso viendo con ojos de Noé cómo bramaban los arroyos y ríos metropolitanos. Pero no. Sí vi el típico “meme” donde representan al gobernador García como el mismísimo dios Poseidón, con todo y trinche. Realmente épico y cómico. ¡Pero por fin se cumplió el pronóstico! Desde que inició la crisis hídrica habían profetizado lluvias. A falta de certeza, Don Miguel de Nostradamus, más astrólogo que profeta, oscurecía los datos en sus profecías. El gobierno estatal fue más astuto, profetizó certezas obvias, pero oscureció las fechas. Lloverá… un día de estos. El Filósofo de Güémez no lo hubiera hecho mejor.

Nos cayó la lluvia, no el huracán por el que muchos insensatos rezaban (y rezan). Llovió lo suficiente para darnos cuenta de que, así como no estamos preparados para la sequía, tampoco lo estamos para la lluvia, ni la más mínima. La pavimentación, urbanización y diseño de vialidades, siguen siendo temas tan descuidados como el abasto de agua. Nunca se han necesitado grandes crisis. El más breve chubasco hace que broten baches, se inunden casas y vialidades, se ahoguen personas, se colapse la movilidad, se pierdan vehículos… Con la crisis hídrica, autoridades estatales se lavaron las manos achacando a los usuarios despilfarradores… y al Bronco, que por eso sufre mucho en su feliz prisión desaprensiva. Supongo que ahora, con los daños por las lluvias, dejarán escurrir las culpas a los municipios metropolitanos (y al Bronco, claro). 

Habría que hacer algunas aclaraciones de todo este brete hídrico. La lluvia sólo calma el rigor de la canícula y la avaricia de los recibos de CFE. Que estemos ahogándonos en casa y cruzando a nado las calles, no significa que tengamos agua potable disponible.

Estamos como Tántalo en el Tártaro, con agua a la mano y sin poder beberla. Y aunque el minúsculo llenado de presas y recarga de pozos se oye prometedor, ahora toca al gobierno estatal replantear la administración del agua que hay. Asumamos que la dosificación debe ser permanente, por lo menos a mediano plazo. Permanente pero equitativa y, sobre todo, respetando horarios y días de distribución, porque hasta ahora es un albur saber cuándo saldrá agua de una llave doméstica. Sería tan ridículo como el meme de don Poseidón García, que el día del informe haya agua en todas las casas.

El otro punto es el de los estragos de la lluvia, ya es hora que dejen de ser un manojo de responsabilidades parciales. Municipios y estado asumen sólo una parte del problema que es general, multifactorial y monumental. Todavía surgen noticias de casas levantadas prácticamente encima de arroyos y cañadas. Todavía la lluvia hace florecer baches en el pavimento. Todavía hay cruceros y complejos viales intransitables a la más ligera lluvia. Todavía las canalizaciones se desbordan o colapsan. Todavía el sistema de drenaje pluvial sufre arterioesclerosis. Todavía no hay ley que obligue al gobierno estatal y gobierno municipales a sentarse a la mesa y resolver esto de una vez y coordinadamente. Hasta ahora cada quien atiende los problemas con sus proveedores y a como Dios le da entender. El resultado está a la vista, siempre ha estado a la vista durante décadas. Esto es incompatible con la fantasía de ser un estado de vanguardia. Si CDMX puede coordinarse con el Estado de México y Morelos, ¿por qué aquí un puñado de municipios y el estado no han podido hacerlo?

Para terminar, volviendo al meme de don Poseidón García, hay que puntualizar que el dios griego Poseidón no tiene qué ver nada con las aguas dulces y la lluvia. El gerente de esa área es Zeus y unas chamacas muy monas y muy méndigas llamadas náyades. El Poseidón (Neptuno) de la Gran Plaza está tan fuera de lugar como un puesto carnitas de puerco en Irán. Con el monumento a Poseidón sólo invocaremos terremotos, que sí están en su inventario. Eso sí, también muy buenas marisquerías. ¡Somos tan chingones que hasta levantamos monumentos a nuestra ignorancia!

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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