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Por Félix Cortés Camarillo

La Reina Isabel II fue una roca 

sobre la que se edificó la Inglaterra moderna.

Liz Truss, Primera Ministro de Inglaterra. Septiembre 8, 2022. 

La última en funciones de presentarse ante la reina, a un día de su muerte.

  Carlos Felipe Arturo Jorge de Windsor no tuvo el problema de su padre, el de la casa griega real Felipe de Edimburgo, que en matrimonio de interés con Isabel II tuvo que renunciar a su apellido Mountbatten por el de la casa Windsor. 

Carlos ya nació en esa casa, que es la reinante en Londres y cercanías. No obstante, en la voz del pueblo le han dicho Carlos el adúltero, Carlos el eterno bateador emergente y otras cosas. Lo mejor que le han dicho es “el marido de Lady Di”.

Ahora acostúmbrense a llamarle Carlos III de Inglaterra que es el nombre con el que desde ayer escogió reinar, aunque su coronación -que es mera ceremonia- sucederá dentro de un par de meses. Por cierto, su examante Camila Parker-Bowells ahora se llama reina consorte. 

Ansina semos los ingleses.

El nombre de Rey Carlos, en la isla grandota, tiene su historia también: Carlos primero tiene una anécdota bien cotorra: en marzo de 1649, cuando la revolución inglesa que buscaba la república mandó decapitarlo, su último deseo fue que le dieran dos camisas: dijo que no quería que sus enemigos le vieran temblar, ni siquiera de frío.

En otra anécdota, Oliver Cromwell, quien en ese tiempo abolió la monarquía un rato hasta que 12 años después llegó Carlos II, concedió que la cabeza de Carlos I fuera cosida de regreso al cuerpo. Por aquello del quién es quién.

Carlos segundo, llamado el alegre monarca, tuvo 14 hijos reconocidos fuera de matrimonio; en su favor, además de lo precedente, hay que decir que reabrió en Londres los teatros que el imbécil de Cromwell había cerrado. En mexicano, Carlos II era borracho, parrandero y jugador. Ahora tenemos a Carlos III, que no canta malas rancheras; o, al menos, las cantaba.

Lo cierto es que la muerte de Isabel II no es por esperada menos trascendente.

Ya hubieran querido muchos jefes de Estado gobernar sus países durante casi la mitad del siglo en que nacieron y casi un tercio del siglo en que murieron. No hay.

Pero por encima de la cronología queda la Historia. Isabel II no solamente sobrevivió a una decena de gobernantes estadunidenses y a los zares de la Rusia soviética desde Stalin hasta Putin. Supo capotear con éxito la transformación de la revolución industrial-comercial-digital-informática que le tocó vivir en el mundo. Sobre todo, consolidó la imagen sólida de la Reina. 

En Londres se puede mentar la madre de la primera ministro, o del Santo Papa, no solo en Hyde Park, sino en cualquier sitio, pero no se tolera que se hable mal de la difunta Isabel.

Ese es el enigma que el eterno heredero al trono -y sus sucesores, que lo andan zopiloteando- tendrá que resolver El himno nacional de la Gran Bretaña reza God Save the Queen. ¿Tendrá tiempo Dios de salvar al nuevo Rey? Se trata del tema de la Monarquía. Sistema de gobierno nacido en la Edad Media mediante el cual el poder se hereda por la vía de la paternidad, sobrevive a pesar de su fracaso en Brasil, Grecia, los Balcanes y África, solamente en algunos países de Europa En los que además la monarquía es ornamento.

Aún así, la pregunta es si el mundo del Tik-Tok, el Instagram y lo que viene puede seguir siendo un mundo de reyes, princesas, duques y baronesas. Yo creo que no.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Es previsible que Andrés Manuel López Obrador sea invitado a presenciar el funeral dentro de diez días, de la reina Isabel II de Inglaterra y del Norte de Irlanda, como su título formal establece. Todos los jefes de estado con los que el Reino Unido mantiene relaciones lo serán. México y la vieja Albión comenzaron relaciones diplomáticas en marzo de 1825. El viejo león británico las interrumpió ente 1938 y 1941 por aquello de la expropiación petrolera que afectó, entre otras, a la empresa El Águila, de capital inglés. Después de esa pausa y a consecuencia de la Guerra Mundial Segunda, hemos sido amigüis, por decirlo en el lenguaje inclusivo de hoy. 

Una anécdota dice que cuando en la primera visita de Isabel II a México, en una recepción la reina obsequió a selectos mexicanos un par de mancuernillas de oro a cada uno. Emilio O. Rabasa, que era el Canciller de entonces, presumía las suyas porque él pensaba que estaban personalizadas con sus iniciales, ER. En realidad, significan Elizabeth Regina.

Pero eso es anécdota, la pregunta es si el presidente López asistirá al funeral.

Yo apuesto a que no, que enviará a Marcelo en su representación. 

Y pago al dos por uno. Solamente en libras esterlinas y cash.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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