Por Félix Cortés Camarillo
Es imposible dejar de hablar del inevitable desplome de la alianza de oposición a López Obrador, armada a toda prisa por lo que queda de tres partidos políticos viejos de México, lo que no quiere decir partidos tradicionales. Para tradición política partidista la de los comunistas mexicanos.
Minoría perseguida, se aferró siempre a su ideario político, equivocado o no, y mantuvo su disciplina militante y fiel a lo que fijaba la internacional comunista dominada, y sostenida económicamente, desde Moscú. Así siguió hasta su extinción en los lineamientos del estalinismo más radical, y la única flaqueza ideológica que sufrió fue frente a las tímidas reformas emprendidas por Nikita Jruschov en los congresos veinte y veintidós del Partido Comunista de la URSS, al finalizar los años cincuenta. Le llamaron “revisionista”.
El PRD, el más reciente de la tríada política mexicana, no es desde su nacimiento nada más que una versión revisada del PRI, de cuya eclosión emergió de la mano de Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo y Porfirio Muñoz Ledo. El PAN, que tiene orígenes menos turbios que los otros dos, a la muerte de sus líderes fundadores se volvió un trompo chillador oscilante entre las corrientes políticas de su fuero interno.
Del PRI hay muy poco qué decir, su historia es bien conocida. Especialmente desde que los mexicanos entendimos que su descomposición doctrinaria y operativa fue el motor que desató las verdaderas transformaciones del poder en México. Ni Vicente Fox ni Manuel López Obrador ganaron la Presidencia. Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto, respectivamente, se las entregaron en papel de china como productos que son del peor PRI de la historia nacional.
Por eso debemos recibir con optimismo la quiebra de esa supuesta alianza opositora PRI-PAN-PRD. ¿Qué tenían que ofrecer a los mexicanos inconformes con la cuarta simulación? Ni siquiera un esbozo de candidato o de candidatura pudieron soñar. Son solamente una carga al presupuesto del INE, y no pequeña.
Igualmente hay que ver con agrado el desprecio olímpico del presidente López hacia Ricardo Monreal, su compañero de luchas de 25 años y que pretende ser un sucesor suyo que continúe lo positivo del lopezobradorismo -que lo tiene- y corrija sus desvaríos, que son notables.
De esta suerte, el zacatecano hubiera sido un buen candidato de cualquier alianza opositora a la cuarta simulación. Con el pesado lastre que los partidos de la fallida alianza le iban a echar encima.
Fracasada la conspiración, Monreal emerge como una posibilidad real, por mérito propio, sin partidos, que signifique una opción válida al neopriísmo que representan las tres corcholatas del presidente López, Scheinbaum, Ebrard o el otro López. Bateador emergente, en un juego que se ve perdido en la novena entrada.
Es una ruta cuesta arriba, desde luego. Pero no hay otra.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): No debiera ser posible que, aún siendo abogado, te puedas robar seis millones de dólares así como si nada y hacértelos depositar en una oscura cuenta fuera de la vista de las autoridades mexicanas.
Ni siquiera cuando esa cantidad de dinero haya salido de las cuentas bancarias de Televisa, uno de los villanos favoritos de los envidiosos frustrados.
Mucho menos si le estás birlando esa lana a la bella ojiverde Paula Cusi, con quien Televisa negoció la cantidad a cambio de la participación en la herencia que a la güerita le correspondía de su marido Emilio Azcárraga Milmo.
El colmo es que lo hayas hecho ya hace más de cinco años, que lo hayas hecho cuando tú eras el abogado que representaba a Paula, te llames Ernesto Canales y después del hurto hayas sido nombrado subprocurador anticorrupción en Nuevo León.
Lo que hay que ver….
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