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Por Francisco Tijerina Elguezabal

Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho. // Isaac Asimov

Nuestros políticos se empeñan en mostrarnos un mundo perfecto, moderno, de avanzada, con grandes logros y por supuesto, invariablemente, muy distinto al que se vivía en los gobiernos anteriores al actual.

Casi siempre es un mundo del futuro, porque en la actualidad aún no existe, pero ellos ya se han encargado de diseñarlo y ponerlo en el papel, de cortar listones y anunciar arranques de obras, ese mundo perfecto ya está en el camino y pronto, muy pronto, podremos disfrutarlo.

En Nuevo León nos aseguran que nunca más viviremos una crisis por falta de agua, por lo menos en los siguientes 50 años y ahora tendremos el transporte público que merecemos tener, el que no se hizo durante más de 40 años.

Y uno los escucha y también sueña con ellos, con sus espectaculares anuncios, con sus majestuosos planes, con esa visión que promete un futuro mejor. Sin embargo la realidad llega y se impone de golpe y porrazo, te da con la puerta en las narices y te obliga a aceptar que todo cuanto nos dicen son, por ahora, castillos en el aire.

Muestra clara de lo anterior es el rupestre sistema y forma de operar de la Red Estatal de Autopistas de Nuevo León en donde las cosas están sostenidas con alfileres y cualquier detalle que trastoca la normalidad se convierte en una crisis de tamaño monumental.

Ayer fui al aeropuerto y de regreso de pronto la fila para pagar en la caseta se detuvo y el cobrador no sabía qué hacer, el usuario le había dado una tarjeta y el tipo se le quedaba viendo como si fuese kriptonita; miraba a todos lados en busca de ayuda, la fila seguía creciendo y comenzaba a bloquear otras más, el hombre salió de la caseta y mostraba a una persona que se encontraba a lo lejos, después del cruce, la dichosa tarjeta y no recibía respuesta, iba con sus compañeros a otras casetas y tampoco atinaban a decirle qué hacer, volvía de nuevo a su puesto, hablaba con el propietario de la dichosa tarjeta y volvía a salir buscando al hombre que estaba lejos, muy lejos… la gente se impacientaba, no faltó quien accionara el claxon y por fin el usuario desistió de pagar con su tarjeta y le dio el efectivo para que levantaran la pluma y pudiese pasar.

Y es la historia de todos los días en esas casetas. Si alguien no completa el peaje o por alguna causa debe volver, se arma la marimorena, tienen que traer un escuadrón de “viene-vienes” para que les pidan a los vehículos retroceder y quitar al estorboso, formando un caos monumental.

¿Es tan difícil el mover el vehículo emproblemado a un lado, llamar a un supervisor y seguir atendiendo al resto de los usuarios en una hora pico? En la lógica no, pero en la modernísima Red de Autopistas del nuevo Nuevo León sí.

Ahí, en los pequeños detalles de las cosas simples, en los burocráticos trámites para hacer un proceso como sacar una acta de defunción o realizar un canje de placas, se muestra la realidad de un gobierno que aspira a ser grande y se sigue manteniendo chiquito, muy chiquito, como también lo está en la escuela que no tiene luz porque unos rateros se llevaron el cableado o aquella que sigue sin servicio de agua; eso sin contar las constantes fallas del Metro y la falta de unidades del transporte urbano.

Somos grandes y modernos en la teoría, en las declaraciones, en los planes, en los sueños, pero la realidad es otra, muy distinta y falta mucho tiempo para que nos podamos acercar a ese mundo de ensueño que hoy nos quieren presentar como actual.

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Vía / Autor:

// Staff

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Autor: stafflostubos
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