Por José Jaime Ruiz
El gobernador constitucional del estado libre y soberano de Nuevo León, Samuel Alejandro García Sepúlveda, Samuelito, tira aceite cada vez que puede desde sus instagramáticas redes sociales, ya sea exhibiéndose en el Autódromo Hermanos Rodríguez durante la Fórmula 1 o violentando los derechos infantiles con sus mascotas humanas en el DIF Capullos al lado de su consorte, Mariana Rodríguez.
Hace unos días, Samuelito recomendaba en el Gimnasio Nuevo León a los jóvenes: “No nos gusta que los adultos, mayores, nos digan: ‘Ya deja el aparato, ya duérmete, cierra el celular’… siempre nos traen con eso, yo también lo uso y me encanta, pero tengo la capacidad de dedicarle un tiempo corto para no perder dos horas diarias… No se ganchen, como dice un compadre: ‘El Instagram es nomás pa’ tirar aceite’, se pueden usar, pero siempre muy concentrado en que no deja de ser una red para presumir, y eso no nos puede traer ni depresión, ni envidias, ni corajes”.
Tirar aceite es presumir, en su primera acepción, pero frente a lo virtual, en la realidad de la gobernanza, Samuelito tira el aceite de la locomotora que se supone es Nuevo León no para presumir sino para dar lástima. Desbielado el motor de la administración pública, Samuelito va dejando charcos de aceite en su gestión.
Tirar aceite en Instagram equivale a presumir; tirar aceite en la gobernación, equivale a decepcionar. El coche gubernamental pierde aceite porque, como con Samuelito, el tornillo de vaciado del cárter está mal ajustado. Mal ajustado en la política con el Congreso local y entrampado con la designación del fiscal general. Mal ajustado en sus relaciones con Palacio Nacional y con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien no lo baja de hipócrita.
Órale Samuelito, a seguir tirando aceite…