Por Félix Cortés Camarillo
Que nadie se llame a engaño. Don Adán Augusto López es, sin duda alguna, la ficha favorita que el presidente López quiere jugar en la sucesión presidencial del 2024. Es él quien posee con intensidad notable, la principal característica que según el presidente Andrés Manuel debe tener todo miembro del poder nacional, la más absoluta de las lealtades; no de esas que se ponen en los cánticos que Claudia Scheinbaum hace sonar por donde puede. No las lealtades que Ricardo Monreal esgrime para justificar que no se ha ido con su música a otra parte y, hasta ayer, formaba parte del movimiento Morena.
No la lealtad enmascarada del carnal Marcelo. Estoy hablando de la única lealtad que el presidente López entiende y acepta. La que se traduce en hechos reales y palpables hasta la ignominia. En actitudes de lucha y desafío: cuando es necesario, de ofensa, insulto, vituperio y de manera especial mentira. Ese es el molde que debe llenar la masa del candidato de Morena a suceder a López Obrador.
La tradición de los presidentes de México emanados del PRI –y el que piense todavía hoy que Andrés Manuel es un militante de izquierda que no es un priísta reciclado, que me lo pruebe– ha sido siempre jugar con el engaño. De ahí la tradición de el tapado, que no inventó el magnífico Abel Quezada en el más viejo Excelsior; Abel solamente retomó la realidad y se ganó seguramente buenos pesos diseñando una formidable campaña de publicidad para unos cigarrillos bastante malos y poco caros. El Tapado fuma Elegantes, inventó Quezada.
En el juego de los engaños del presidente mexicano sobre su sucesor destaca la conocida anécdota del astuto –y honesto– veracruzano Adolfo Ruiz Cortines, quien invita a su despacho presidencial al secretario del Trabajo Adolfo López Mateos solamente para decirle que él no es la persona que será candidato a la presidencia. A la semana siguiente, el presidente vuelve a invitar al otro Adolfo, vuelve a sacar de su nicho la botella de mezcal que ahí guardaba; sólo que en esta segunda ocasión llena dos “caballitos” y le dice a su invitado: quiero ser el primero en brindar con el próximo presidente de México. La explicación del veracruzano al mexiquense fue sabia: la vez pasada, cuando te vieron salir, muchos que serían un lastre, te abandonaron.
Los engañados con la verdad abundan. De Almazán a Mario Moya Palencia. Aurelio Nuño y Santiago Creel se creyeron ya ungidos de Peña Nieto y Calderón en su momento. No sólo no llegaron a presidentes, ni siquiera candidatos fueron. Hace unos ayeres, cuando me llegó a Miami la filtración de que el candidato respondía a las iniciales S y G, un destacado político mexiquense se lanzó a felicitar a Sergio García Ramírez. Era Salinas de Gortari.
Yo no sé si el secretario de Gobernación será presidente; no tengo duda de que será bateador designado y no tengo ni puta idea de la clase de gobernante que sería.
En todo caso, será distinto de López Obrador. Eso también está en la tradición priísta, la renuncia a la continuidad, cosa que a todos y cada uno de los presidentes de México ha encabronado cuando pasaron a ser exes. La vida tiene sus reglas. Aunque dicen los políticos que eso no es vida. Aunque lo esconda, el presidente López lo sabe. Y ceo que él no fuma.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Los capitostes de PRI y PAN en Nuevo León se la van a jugar y no quitarán a Adriancito el Pequeño de la lista de aspirantes a la Fiscalía General de Justicia del Estado. Para los que no saben, Adrián Emilio de la Garza Santos fue contrincante para la gubernatura del hoy conocido como Samuelito. De cariño, mmj.
El ex alcalde de Monterrey fue muy sucio en su campaña, aunque todos lo sean, pero por lo mismo estas vencidas son de campeonato. Por cierto, Samuelito anda de viaje discutiendo la purificación del aire.
felixcortescama@gmail.com