Por José Jaime Ruiz
El titular de Comunicación Social del Gobierno de Nuevo León, Glen Villarreal Zambrano, teniendo enfrente la mayor crisis política de este sexenio, decidió hacer maletas y turistear en un evento de comunicación y marketing en Panamá, donde se entregan –club de elogios mutuos o simplemente premios en compra-venta– los Reed Latino Awards. El viajero puede hacerlo solo; el turista, nunca, por eso Glen cargó con su equipo en un viaje a los Estados Unidos y luego a Canadá.
Alejandro Basave en su “Ensayo autocrítico de un millennial que entiende que no entiende” (Mil13nnial, 2019, UdeM/Libros del Marqués, p. 15), expresa sobre su generación, la misma de Villarreal Zambrano: “Los millenial son un colectivo que se caracteriza por su enervante narcisismo, su amor por lo prestado, su serio desprecio a U2, la devoción por tomarse selfies, su falta de compromiso laboral, su sistémica incapacidad para disfrutar un momento sin compartirlo en Instagram y en general un social awkwardness probablemente asociado al abuso de interacción vía redes sociales con otros millennial”.
Si uno visita las redes sociales de Glen, asistirá a un “peterpanismo” acentuado por mitos de caballería, espadas láser, grupos pseudo pesados (Metallica) y una retahíla de gustos adolescentes magnificados por torpezas de cultura pop, como su infantil propensión a una imaginación desbordada habitante de un juego de tronos ficticio. Menor es que en sus cuentas oficiales se pronuncie como “ateo, comelibros, liberal clásico, y VR gamer”. Lo significativo para este millennial es, como se dibujó en las características del citado libro, “su falta de compromiso laboral”.
Como opositor, siendo Samuel García diputado local y luego senador por Movimiento Ciudadano, Glen fue funcional. Ya en el Gobierno del Estado muestra sus fisuras, su carencia de compromiso laboral: no se puede manejar desde la embriaguez la comunicación social de una administración pública teniendo como escenario el “Ragnarök”, un bar “vikingo” de la calle Diego de Montemayor en el centro de Monterrey.
Mientras el gobernador participaba en la COP27 en Egipto, Glen no pudo construir una narrativa de la importancia del evento para blindarlo del alud de críticas en redes sociales y en los medios de comunicación. Clavado en un bar, o en plan de turista, le falló a su jefe.
Millennial al fin y al cabo, por su falta de compromiso laboral los trámites en Comunicación no avanzan; sus cofrades se enriquecen a través de asesorías y empresas fantasma; las redacciones de los medios no lo reciben; carece de coordinación con los jefes editoriales; se rodea de “escuderos” medianamente leales, como José Luis Guerra, el frustrado comunicador de “porno política” y su círculo social se reduce a sus compañeros de videojuegos.
El trastorno psicológico de Glen lo llevó a asistir a su comparecencia en el Congreso local (no recuerdo que en el pasado algún titular de Comunicación hay sido requerido por los diputados) con la insignia de “La “Mano del Rey” (popularizada por la serie “Games of Thrones”), entre los deberes de La Mano destaca manejar el día a día del gobierno del reino. En fin, ni en el mayor delirio de esta administración Glen podría funcionar como La Mano, o sí, pero teniendo en cuenta sólo sus uñas, esas que lo hacen enriquecerse impunemente con su descarada corrupción.
Para los babyboomers ser un “maleta” significaba ser “una persona que practica con torpeza y desacierto su profesión”. Definición que le cae como anillo al dedo a Glen. Ser un maleta y hacer maletas, no de nuevo a Panamá, sino dejar de ser el titular de Comunicación Social. ¿Quién vendría? Pues lo natural es que asuma el puesto Julieta López Bautista.