Por Félix Cortés Camarillo
Cuando escribo estas líneas desconozco todavía los números y sucesos alrededor de las marchas de ayer en todo el país en contra de las confesas intenciones del presidente López por transformar al Instituto Nacional Electoral en una dependencia del Poder Ejecutivo encargada de organizar, manipular, contabilizar y calificar todo tipo de elecciones y consultas en nuestro país, siguiendo las instrucciones del presidente.
Vuelvo a afirmar, sin embargo, que independientemente del número de marchantes que hayan acudido ayer a la convocatoria, el movimiento ha sido un éxito desde el momento en que provocó el descontento convertido en furia incendiaria y vulgarmente insultante de Andrés Manuel López Obrador. Antes de dar el primer paso, la marcha había dejado al descubierto las dudas que el presidente abriga sobre el éxito de su candidato a sucederlo en el puesto dentro de poco más de dieciocho meses.
Yo no participé en la manifestación. Hace más de 60 años que dejé de ser marchante entusiasta de causas que se deben ganar en las urnas o en las armas, pero mi simpatía estuvo siempre del lado de aquellos que quisieron expresarse en las calles.
No obstante, mantengo mis diferencias. Me pareció una payasada el haber adoptado el cabezal de unid@s en una concesión gratuita a supuestas inclusiones que no tienen nada que ver con las intenciones dictatoriales del presidente López.
Fundamentalmente creo que el slogan central de la protesta “el INE no se toca” ha sido equivocado.
De ninguna manera dejo de reconocer que el instituto encargado de los procesos electorales es el mayor logro del largo y difícil proceso en busca de la democracia en nuestro país. Pero igualmente es cierto que el INE dista mucho de carecer de defectos.
El más eficiente y moderno de los ingenios que el hombre ha producido puede, y debe, ser perfeccionado. Esa es la esencia del progreso y de la civilización: no darse por satisfecho con cualquiera de los logros obtenidos sino buscar una mejoría constante. Si eso es válido para las máquinas, mucho más lo es para las instituciones sociales. Nada es perfecto, todo es perfectible.
Los procesos electorales en México todavía requieren avanzar por el camino del uso de la electrónica más moderna, que agilice su marcha, dificulte su alteración y reduzca la tala de árboles para producir papel prescindible. Igualmente puede y debe mejorar el perfil de los consejeros electorales, sin caer en la trampa populista de su selección por el camino del voto a mano alzada. Tampoco debe caerse en la tentación de aniquilar los representantes del legislativo de representación proporcional: ello tiene la intención de aniquilar la participación de las minorías para consolidar el monopolio del partido grandote en el poder.
Sí, sí hay que tocar el INE para su bien y para el nuestro.
Lo que no se debe permitir, y ese es el mensaje de estas marchas, es que las manos sucias e interesadas del poder monárquico que hoy sufrimos se apodere de ese insrumento, lo prostituya y lo haga a su imagen y semejanza.
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