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Por Francisco Tijerina Elguezabal

Cuando uno se hace viejo, gusta más releer que leer. // Pío Baroja

La verdad no entiendo este mundo moderno, cuando en teoría deberíamos ser más conscientes de las necesidades de grupos vulnerables como el de la tercera edad, todos se empeñan en complicarles la existencia, a pesar de todo cuanto presumen diciendo que son punta de lanza en tecnología y facilidades.

¡Mienten!

Ahí tiene el caso de la pobre señora de 95 años a la que hicieron ir en camilla a una sucursal bancaria para comprobar que sí estaba viva y podía seguir cobrando su pensión; además del trajín, rentar una ambulancia y pagar paramédicos, la tuvieron varias horas al sol porque los empleados del chinche banco no sabían qué hacer.

Que alguien me explique. ¿Por qué será que todas las medicinas que les recetan a los viejitos y que tienen que ver con trastornos de su edad, tienen las letras más pequeñas del mundo y ni con lupa alcanzas a leer las indicaciones.

Dígame si no es criminal la actitud de los prestadores de servicios como el agua, la luz, el teléfono, el gas, que además de hacer cada día más complicados para entender sus recibos de cobro, los imprimen con una letra pequeñísima que no se alcanza a distinguir ni cuánto, ni cuándo tienes como fecha límite pagar.

A lo anterior súmale la tendencia de obligarte a hacer transacciones digitales, cerrando oficinas y centros de cobro. ¿Qué pretenden?

¿Cuál es la terquedad de los bancos de ir en el mismo camino, cerrando oficinas y obligándote a hacer todo por internet? ¿Qué no entienden que hay un grupo de personas especiales que requieren atención distinta? Y hasta eso, para simplemente entrar al banco ahora hay que tener un teléfono inteligente que tenga una cámara y que además cuente con whats app para que te puedan dar un turno para atenderte.

¡Estamos jodidos!

Se me revuelve el estómago cada 1 de enero cuando veo a los viejecitos hacer durante largas horas fila para pagar el predial en una caja instalada en el tercer piso del Palacio Municipal y ¡oh casualidad!, ese día no funciona el elevador.

Nuestras autoridades se llenan la boca hablando de hacer ciudades más amables con los peatones y que atiendan las necesidades de quienes andan en silla de ruedas, pero o hacen banquetas muy elevadas o de plano les colocan en el borde una inclinación criminal que provoca severas caídas.

¿De verdad se requiere de tanta cabeza para ver lo que salta a la vista? ¿Es que estos funcionarios públicos y/o privados no tienen padres, tíos o abuelos?

Seremos muy modernos pero nos hace falta un mucho de humanidad y dejar de escribir con letras chiquitas.

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Vía / Autor:

// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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