Por Uziel Medina Mejorada
Para las generaciones más recientes y algún despistado en la línea del tiempo, el acontecimiento del domingo 13 de noviembre podría significar un hito sin precedentes en la historia del país, el día en que figuras del poder económico “abarrotaron” las calles de la Ciudad de México, aunque ya en 2004 el sector empresarial había logrado una gran concentración en la marcha “Rescatemos México” que, si bien tenía un reclamo legítimo, fue usado también por el conservadurismo mediático para desacreditar al entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hoy Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, e incluso se podría evocar a la marcha de 1997, también contra la inseguridad, en la cual participaron muchos personajes de la derecha, como el ex presidente Felipe Calderón.
Dicho lo anterior, no es extraño que lo más reaccionario de México se movilice, simplemente no es habitual porque generalmente están del lado opuesto a las manifestaciones. Lo que hace particular la marcha de noviembre de 2022 es que en esta ocasión la narrativa está construida sobre algo que siempre ha temido el conservadurismo y de hecho ha entorpecido, la democracia.
Encabezada, entre otros personajes, por Claudio X González, partícipe de una empresa que recibió fondos desde el CONACyT durante el gobierno de Calderón y cuya familia es señalada de articular el embate empresarial contra AMLO en 2006; Vicente Fox Quesada, quien recientemente reconoció en Twitter su participación en el ignominioso desafuero contra López Obrador en 2005; Roberto Madrazo, quien en 2018 reconoció que hubo fraude electoral en 2006, siendo AMLO quien encabezaba los conteos, pero que decidió ser omiso por no tratarse de su lucha; Margarita Zavala, hermana de Diego Hildebrando Zavala Gómez del Campo cuya empresa Hildebrando se le involucró con el IFE (en palabras del mismo Arturo Sarukhán, quien fuera embajador de México en Estados Unidos durante el gobierno de Calderón) y en el cómputo de los votos de la elección presidencial de 2006, que terminó por darle el triunfo a Felipe Calderón; entre otros personajes más, la marcha “a favor del INE” se viste de una narrativa sobre el respeto a las instituciones democráticas, mismas que han sido pisoteadas por los orquestadores de dicha marcha. En su discurso aún retiñe la espuria campaña “un peligro para México”.
Entre los reclamos de la ola conservadora destacan su rechazo a que el INE desaparezca, cosa que nunca se ha planteado en la reforma electoral; la organización de las elecciones por parte de MORENA, que tampoco es parte de la reforma electoral; la imposición del comunismo, asunto que ni de cerca aparece en la reforma electoral; y la mejor de todas, la dictadura con la que López se quiere perpetuar en el poder, que tampoco tiene relación con la reforma electoral. Venga, que sus consignas están ancladas en fantasías, vaya usted a saber de quién.
La supuesta defensa del INE por parte de personajes que se han encargado de pisotear al INE (antes IFE) no es más que la creación de una falsa causa que les permita atraer el imaginario colectivo hacia sus intereses de poder, es la utilización de la doctrina del miedo para desacreditar a un oponente y ganar simpatías mediante el odio y la desaprobación a falta de propuestas y proyectos de nación. De ahí que, lejos de aglutinar a masas pensantes, críticas y propositivas, la marcha lució por el clasismo, el odio y la desinformación de un sector de la población alienado en el privilegio y temeroso de perder ese privilegio, aunque ni siquiera tengan conciencia del mismo.
Una de las escenas más ilustrativas que circula en las redes sociales es la del frapuccino, un ocasional comentario en Facebook que se ha convertido en un meme que retrata de cuerpo entero la alienación de quienes creen que todo se puede comprar, incluso la democracia.
Dicho lo anterior, vale la pena preguntarse ¿Cuánto cuesta una marcha? Es más, pongámoslo más caro ¿Cuánto cuesta una marcha contra el gobierno sin represión del gobierno? Y es que entre los personajes que marcharon y otros tantos que convocaron todavía quedan manchas de sangre, por ejemplo, la forma en que Fox y Peña Nieto están involucrados en la criminal represión de San Salvador Atenco. Y qué decir de los militantes priístas clamando por “democracia”, como si en su historial no estuvieran las represiones a los sociales, la guerra sucia y los asesinatos a opositores; o es que pretenden que México ya olvidó las masacres de estudiantes en Tlatelolco y el Halconazo, o la masacre de campesinos en Aguas Blancas, y qué tal la forma violenta en que desalojaron a los normalistas del Zócalo, solo por mencionar algo. Y cómo olvidar la democrática forma en que el panismo desmanteló a Luz y Fuerza despojando de sus derechos laborales a sus trabajadores.
Y ¿Qué hacen los perredistas marchando hombro con hombro con los priístas? O es que acaso olvidaron cómo el priato se robó la elección del 1988 y que entre ese año y 1997 fueron asesinados más de 600 perredistas. También olvidan que alguna vez caminaron con el Presidente al que hoy repudian, que alguna vez también denunciaron los fraudes de 2006 y 2012, hasta que un pacto inmoral los apartó del camino de la izquierda.
¿Cuánto ha costado que los privilegiados puedan expresarse privilegiadamente? Mucho, incalculable y más vale que se tome conciencia de ello, pues no hay precio que pague el poder ejercer plenamente el derecho a la libre manifestación y la libre expresión. Esas consignas hueras han marchado sobre sangre, dolor y lágrimas; la paz con la que se ha manifestado la burguesía y la aspiración a burguesía es producto de una larga lucha de décadas que han transcurrido entre las llagas del pueblo obrero que ha sido vejado y humillado por los otrora detentadores del poder político.
Es de celebrar que ha llegado el momento en que un movimiento de oposición ha podido manifestarse en plena libertad, y esto no es otra cosa que la congruencia de un gobierno que alguna vez fue oposición y sufrió la furia de la represión. Esta es la verdadera defensa de la democracia, no el “defender” una oligarquía institucional, sino garantizar el derecho a toda persona a expresarse libremente, aunque sus motivaciones sean equivocadas.