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Por Hugo Rangel Vargas

La errática estrategia de la oposición que busca invocar el fin del mundo con cada determinación que es tomada desde el Palacio Nacional y que ataca hasta la más nimia propuesta presidencial, no solo muestra una irracional animadversión que reduce la alternativa política opositora a la simple y llana negativa; sino que además nubla cualquier visión estratégica que los adversarios de López Obrador pudieran tener para enfrentarle.

Con toda la carne al asador colocada en la llamada marcha en defensa del INE, las fuerzas políticas antagónicas a la Cuarta Transformación se hicieron llegar de una frágil bandera para convocarse a una manifestación ciudadana que tuvo un relativo impacto mediático, pero que no ha crecido más allá del día al que fue convocada ni ha tenido reverberaciones en otro tipo de manifestaciones sociales.

Aunado a lo anterior, la oposición ha tendido la mano al presidente López Obrador, un hombre forjado en la protesta; para que vuelva a salir a su terreno, al espacio que le es natural y el próximo domingo seguro es que veremos una manifestación popular masiva que tendrá como reacción nuevamente la rabieta y el estruendo de dientes de los adversarios al tabasqueño.

Equiparar la marcha a la que ha convocado el presidente López Obrador con otros llamados al zócalo que han realizado los mandatarios emanados del antiguo régimen, parece descontextualizado y un forzadísimo ejercicio de búsqueda de similitudes. El PRI, partido del que emanaron presidentes que llenaron las calles de la ciudad de México en otros momentos, nació en y del poder, su fuerza social estaba alimentada desde la mismísima presidencia de la república y era impensable que esta se manifestara sin un llamado hecho desde Los Pinos.

En contraparte, la trayectoria de López Obrador se forjó en una oposición que adoptó a la protesta como su principal elemento táctico y al que él mismo le imprimió un estilo muy particular. Desde las manifestaciones en contra del fraude electoral en Tabasco en 1994, pasando por el bloqueo a los pozos petroleros en 1996, la lucha en contra del desafuero en 2005 y la toma del Paseo de la Reforma en 2006; el ahora presidente y entonces líder opositor llevó al espacio público su inconformidad y las luchas de su movimiento.

No es cualquier presidente el que está convocando a su pueblo a salir a las calles. Su estatura política y la dimensión histórica del movimiento que le llevó a la primera magistratura del país, no provienen de un acuerdo palaciego, de una sucesión burocrática del poder presidencial, de una componenda con intereses ajenos a las mayorías. El tamaño de la Cuarta Transformación está definido por decenas de luchas que tuvieron su escenario en las plazas públicas.

El 27 de noviembre, después de los limitantes meses de la pandemia, el movimiento que realizó la hazaña de cambiar al país de forma pacífica volverá al espacio público y colocará a su líder como a un pez en el agua… como Obrador en las calles.

Fuente:

// SPR Informa

Vía / Autor:

// Hugo Rangel Vargas

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Autor: stafflostubos
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