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Por Francisco Tijerina Elguezabal

La experiencia es una enfermedad que no se contagia. // Enrique Jardiel Poncela

Luego de poco más de un año transcurrido, se puede decir del gobierno de Samuel García que tanto a él como a sus funcionarios les falta madera, oficio, experiencia para desarrollar sus funciones.

Porque esa sensación de que van de un traspiés en otro, que son perseguidos por la mala suerte, que si fuesen los dueños del circo les crecerían los enanos, no es casual, es reflejo absoluto de errores cometidos en la toma de decisiones al momento de implementar planes, programas, proyectos o soluciones.

Por eso es que a cada paso se ven forzados a recular, que tienen que desdecirse o inventar mentiras borrando sus historias de Instagram al poco tiempo de publicadas, debido a que no tienen una mente fría y con visión que les detenga antes de cometer los errores. Algunos por el carácter del propio gobernador, pero muchos de ellos derivados de la novatez y falta de experiencia de sus funcionarios que no son capaces de construir escenarios y evaluar consecuencias.

Como muestra ahí está el caso del cierre de seis estaciones de la Línea 2 del Metro, que siendo una medida de protección a los usuarios y público en general, termina siendo un dolor de cabeza para el gobernador.

Ni Hernán Villarreal, secretario de Movilidad, ni Abraham Vargas, director de Metrorrey, pueden decirse sorprendidos; el tema de las fisuras en los capiteles no es nuevo y ellos mismos tenían tiempo realizando los estudios, de manera que había una y mil maneras de programar el cierre de las estaciones sin provocar el sainete que armaron.

Porque el problema no es el fondo, sino la forma, forma derivada de la falta de oficio de Hernán y Abraham, que pensaron que con 20 camiones resolverían el problema y no midieron el caos que formarían en el punto de traslado de la estación General Anaya, así como el sarao que se formaría en las estaciones.

Resulta clarísimo que nuestros sabihondos funcionarios no tienen ni remota idea de la cantidad de pasajeros que mueve el sistema y menos aún de sus dinámicas y costumbres, pero aunque el sistema está colapsado por su falta de capacidad, nunca antes se habían visto filas de las magnitudes que hoy apreciamos. Eso, aquí y en China, es una falta de previsión imperdonable.

Pero más allá del sainete que se han montado, resulta mil veces más preocupante el hecho de que ya estaban enterados de lo que harían y no fueron capaces de diseñar una solución que implicara menos molestias y problemas para los usuarios. Después de todo se supone que para eso están ahí, pero visto está que no pueden con el paquete.

El daño estructural, nos aseguran, se dio desde la construcción en 2007 y 2008 por la carga de la máquina lanzadora de dovelas; diez años después, informan, se les dio un mantenimiento que no fue el correcto y ahora, cinco años más tarde, de la nada y tras varias semanas de bloquear carriles haciendo estudios, determinan que súper-mega-archi-recontra urgente cerrar todo.

¿De verdad no había una solución intermedia que les permitiese socializar la necesaria etapa de reparaciones con antelación, preparando a los usuarios para un nuevo esquema? ¿En serio era necesario adoptar la implementación la medida en un lunes a la hora pico del regreso de estudiantes y trabajadores a sus hogares?

Los inexpertos funcionarios sabían que lo harían, por ello dispusieron y prepararon camiones, mantas, personal, ¿Por qué no avisar con tiempo y buscar otra forma de causar menos daños?

Les falta madera.

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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