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Por José Francisco Villarreal

Yo nunca fui un niño chiflado (mimado)… ¡Ejem! ¡Miento! Sí lo fui, y no sólo de niño. El tebeo de “mi mamá me mima” fue extensivo a abuelas, abuelos, y un largo etcétera de parientes, amigos y jefes. El problema de los niños mimados no se limita por la capacidad económica de los consentidores, basta con ser ingeniosos. Yo fui el único niño, en una primaria rural, que usaba un “Le Petit Larousse” ilustrado (de aquellos viejos puestos de libreros de la avenida Juárez) y plumillas de tajo que ya estaban en vías de extinción. Niños mimados, ricos y pobres, son igual de tiránicos y contestones. Pero eso poco importa, porque eventualmente se toparán con la horma de sus zapatos. Malo cuando la función pública se contamina con chiflazones y pataletas. Y no me refiero al gobernador García, alcaldes y diputados locales… o no sólo a ellos.

Si no fuera tan delicada la situación política en el estado, me daría risa el plegón que publicó Samuel sobre el Congreso y el presupuesto. Y para rematar el desplante, se nos fue al Vaticano a oír la misa guadalupana y tomarse fotos con el Papa, debidamente distribuidas urbi et orbi, ¡una encíclica gráfica! Sigo pensando que esa visita no era prioritaria, y no porque seamos un estado laico, sino porque dejó el jarro de los frijoles en la lumbre, ¡y vaya que hierven! Aclarando que sí hubo un compromiso diplomático previo con el Vaticano y algún otro punto de su itinerario vacacional navideño, pero, insisto, no son prioridad frente a la refucilata que hay en su nuevo Nuevo León. Chispean los próceres políticos locales, y no precisamente por llovizna.

Por si eso no bastara, don Andrés vino a Nuevo León, de entrada por salida, y nada más a poner de nervios a tirios y troyanos. Apoyar tan abiertamente al joven gobernador fue un mimo inmerecido, porque Samuel ha sido feroz y a veces excesivamente crítico contra el presidente, y su partido tampoco ha sido tan solidario con la 4T. Pero aunque el joven García se envalentone, debería ser más cauteloso con los mimos de don Andrés. No son gratuitos y, con frecuencia, tampoco son mimos aunque lo parezcan.

En realidad empeoró el conflicto y ahora hasta una propuesta de juicio político hay de por medio. No esperaba nada menos de los aludidos locales, y sí espero más de un estado tradicionalmente reaccionario y clasista como el viejo y el nuevo Nuevo León. Cualquier guiño de don Andrés, o de cualquiera que tenga el más mínimo olor a “izquierda”, se lo tomarán como vituperio. Tal vez por eso hay tantos accidentes en la ciudad; los socialmente pulquérrimos “regios” se resisten hasta a rebasar por la izquierda.

Don Andrés suele justificar sus opiniones con su libre expresión. Admirable su franqueza. Pero tampoco es tan ingenuo para no comprender que hasta los buenos días en boca de un mandatario son materia de exégesis: son interpretados, no siempre entendidos, y tienen consecuencias. Su apoyo, por ejemplo, al peruano Pedro Castillo, podrá ser personalmente honesto, pero tiene muchas lecturas y a muchos niveles, sobre todo en un país con una democracia tan frágil como Perú, y en otro con una democracia tan histérica como México. Es verdad que debemos considerar muchos elementos que la nota de ocho menosprecia. Por ejemplo, que Castillo había superado ya dos intentos anteriores de golpe de estado por parte del Congreso peruano. Por ejemplo, que el pueblo peruano no tiene motivos para confiar en sus legisladores. Por ejemplo, que a Pedro Castillo se le pinta como un tirano corrupto cuando intentó disolver el congreso, pero hace un par de años, Justin Trudeau tuvo una muy seria acusación de corrupción, y pocos meses después disolvió el Parlamento canadiense para reelegirse un mes más tarde. Ni hablar del esdrújulo Volodímir Zelensky (antes cómico ahora épico), que también disolvió al congreso ucraniano poco después de asumir la presidencia. Y todos, calladitos. Hay que considerar que Perú tiene una figura legal muy curiosa. Se puede destituir al presidente por una cosa que ellos llaman “Incapacidad moral”, que suena a algo así como estar señalado con la mácula de la sospecha. A ver qué pasa ahora. No es lo mismo activar un proceso contra un político, que contra un presidente, o contra un expresidente cautivo. Los jueces, aquí, en Perú o en China, también evalúan el contexto del acusado, la acusación y los acusadores, a veces por encima de los hechos. ¡Gracias a Dios ese rollo moral no existe en México! Tendríamos que convocar a elecciones cada año o menos, y no sólo en los poderes federales sino en TODOS los cargos de elección popular, incluidos gobernadores, alcaldes y diputados.

Queda la duda de si el exitoso tercer golpe de estado contra Castillo fue justo, o si el Congreso fue influido y alentado por aquellos a quienes afectan sus políticas, empresarios y medios de comunicación entre otros. Pero, haiga sido como haiga sido, a nosotros no nos toca corregir la injusticia, si lo fue; ni exaltar a los golpistas, sean diputados o el propio Castillo. Yo sí criticaría duramente a Castillo por una razón: no me gusta su sombrero. Y creo que en eso soy más honesto que muchos radicales críticos mexicanos. De ahí en fuera, creo que las afinidades  de la 4T con el expresidente peruano (o presidente… ya ni sé) deberían ser revisadas por el Senado de la República. Aunque todos sabemos cuáles fuerzas políticas nacionales festejarán la caída de Castillo hasta con matachines en la basílica… en SU basílica, esa casa donde se reúnen a tomar café, hacer alianzas y contar chistes verdes a costas de don Andrés y su corte republicana.

No me desvío del tema, porque así como a Castillo le hicieron la chicanada, aquí los viejos leones andan furiosos luego del apapacho de don Andrés y del plegón de Samuel. Si bien el gobernador no intenta disolver al congreso estatal, sus adversarios, congreso y alianza municipal, sólo parecen contemplar dos posibles desenlaces a su pleito, y ninguno es la derrota: o le ponen riendas al joven mandatario o lo regresan al corral. Si no es un “golpe de estado” desde el congreso, por ahora, sí abundan unas buenas fintas y uno que otro coscorrón. Hay algunos miles de millones de razones para mantenerse firmes, y una más para no soltar su presa: el mimo de don Andrés. Como en Perú, tampoco tenemos motivos para confiar en los poderes del estado, en ninguno, sobre todo en nuestros mimados legisladores. Sus berrinches también son legendarios. Sabemos que harán toda suerte de histriónicas rabietas y soponcios para lograr sus objetivos, con la complicidad deliberada o negligente de los medios de comunicación… como en Perú.

Aunque ya era mimado desde antes por su familia, su partido y las “benditas” redes, el joven Samuel debería ser cauteloso y no hacer berrinches públicos. Ya no se trata de una diferencia de criterios sobre temas sino de un enfrentamiento púnico entre los poderes estatales. Eso, y no otra cosa, es ingobernabilidad.

Desde la óptica de los ciudadanos, esa ecuación, por más variables que le pongan, resulta en cero. Lo bueno de todo esto es que nos facilitan sucedáneos para la pirotecnia de temporada, porque estallan a diario cohetones y petardos entre los beligerantes. ¡Excelente!, por lo menos esos cohetes no asustan a perros y gatos, ni matan pájaros. Si acaso aterrorizarán a algunos de la burocracia privilegiada (los “aminobuanas” del poder), y matarán o al menos dejarán muy maltratada alguna carrera política. Pero ambos contingentes, así se declaren mimosos y leales con los ciudadanos, no los mueve el interés público sino el control de instituciones y, sobre todo, de esa mina para el vandalismo político a la que llamamos “erario”. Como sea, ni los topamos; la gente está muy ocupada desempolvando cubre bocas y gastando el aguinaldo como para atender berrinches políticos. Mis perros, con todo y que los tengo muy consentidos, son mucho más decentes a la hora de comer y compartir. Nunca como ahora han estado tan fuera de lugar los pacíficos arbolitos navideños oficiales, y sí muy fuera de lugar nuestros mimados y mimosos funcionarios públicos.

PD: Se vale tomar partido por cualquiera de los bandos en pugna, aquí o en Perú, lo que no se vale es despreciar visceralmente a cualquiera de ellos, o acabaríamos decidiendo la suerte de todos por el pugilato de unos cuantos. Y para eso, no necesitaríamos democracia. Con “toronjas” como las que presume alguna legisladora sería suficiente.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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