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Nuevo León o de la autofagia

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

@lostubosmty

En su libro El derrumbe del palacio de cristal (Ediciones Akal, 2020), Ricardo Forster describe un mito: “Erisictón mandó talar un árbol gigantesco en el que, bajo la sombra de su follaje, danzaban las ninfas del bosque. Ni los ruegos de Deméter, que se le apareció en el bosque bajo la forma de una sacerdotisa, lograron que cejara en su decisión de usar la madera del árbol para construir su palacio. Erisictón le respondió con desprecio y, pese a que sus hombres atemorizados lo abandonaron, taló hasta su nacimiento el árbol. La venganza de la diosa no se hizo esperar y le envió el Hambre personificada, que penetró en el cuerpo del culpable –¡vaya anticipación profética!– a través de su aliento. Fue tal el hambre que acosó a Erisictón que con nada pudo saciarla. Se comió todo lo que había, las cosechas, las carnes, lo almacenado para los tiempos de dificultad, hasta que, cuando ya no quedó nada por ingerir, comenzó con su propio cuerpo”.

Toda política es local: Nuevo León no se resuelve en Europa. Hoy nuestra clase política, sea del color que sea, es autófaga. El hambre canina de poder tiene enfrentados a dos bandos visibles, el encabezado por el gobernador Samuel García, y el liderado por Zeferino Salgado (PAN) y Francisco Cienfuegos (PRI). Nuestra clase política, más que comerse, se devora a sí misma por el deterioro institucional que habitamos. Nuestra clase política sólo se pone de acuerdo en ponerse en desacuerdo y, despreciando a la ciudadanía, intenta transitar en acuerdos cupulares de armario. La representación ciudadana no existe, existe la presentación de intereses que preludian la corrupción y la impunidad.

En el requiebre institucional, algunos (a pesar del Caso Debanhi) añoran al ex fiscal Gustavo Adolfo Guerrero. La discusión ya no se centra en Adrián de la Garza y su posibilidad lejana de ser fiscal general, Adrián ya no es el tema. El asunto va más allá, se trata de quién o quiénes ejercen la gobernanza en Nuevo León. Ninguno de los actores puede presumir que ejerce el poder ideológico ni el poder económico. El equipo del gobernador trata de persuadir y, no obstante, no impone tendencia positiva en las redes sociales. Y a Paco Cienfuegos y Chefo Salgado poco les importa la credibilidad, saben que ni la tienen ni la tendrán, están y estarán deslegitimados.

La autofagia provoca caídos, sobre todo del lado del Ejecutivo que, de acción política como coacción física, sólo mantiene a Fuerza Civil. El otro grupo coacciona desde las diversas fiscalías  y el Poder Judicial. En el sórdido tablero de ajedrez la titular del Periódico Oficial ya renunció, el secretario general de Gobierno, Javier Navarro, está en la picota y quien manejaba la Subsecretaría de Administración Tributaria, Félix Arratia, fue judicialmente vinculado a proceso y, tal vez próximamente, también le toque al tesorero Carlos Garza Ibarra.

Adrián de la Garza es un elemento clave, pero no el más importante en el rejuego político. Se trata ahora de ver quién gobierna Nuevo León en el intento del Legislativo de allegarse no sólo la procuración y administración de justicia, también la administración ejecutiva. Es el hambre canina de poder aunque, en el proceso, la clase política, como Erisictón, se devore a sí misma.

“El aspecto más notable de la historia de Erisictón es tal vez su final: la rabia abstracta, que ni siquiera calma la devastación del mundo, concluye con la autodestrucción, con la autoconsumición (La sociedad autófaga, Anselm Jappe,  Pepitas Ed., 2019).

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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