Por José Francisco Villarreal
Tengo muchos amigos en lo personal y en Facebook que son muy críticos de la 4T y/o don Andrés. Muy respetables sus argumentos; algunos los comparto, pero prefiero no discutirlos porque sólo abonaría a desencuentros. Entiendo que muchos de ellos ven en peligro una estabilidad personal construida bajo otras reglas y otros principios. Deben sentirse como la carta que está en la cúspide de un castillo de naipes. Para quienes apoyan a la 4T tampoco ha sido fácil. Los beneficios que han recibido de este régimen son justos pero todavía son minúsculos. Tan solo el desmantelamiento de los derechos laborales que se realizó en los regímenes anteriores ya profetiza un futuro terrible para las nuevas generaciones. Las medidas tomadas por la 4T, a contrapelo con la línea empresarial de la oposición, son todavía insuficientes para cuando ese futuro los alcance; a mí ya me alcanzó y, créanme, se pondrá peor. Pero como la dialéctica sobre este régimen está muy seriamente contaminada con pasiones y resquemores, es muy peligroso intentar razonar, y
además inútil. De todos estos amigos, hay dos muy singulares. Uno sólo comparte publicaciones contra el régimen y especialmente contra el presidente; el otro se especializa en “memes” contra lo mismo. Ambos apoyan sus publicaciones sin más argumentos que una frase menos que lacónica, más bien parca. Es evidente que no les interesa argumentar. Es un misterio cómo llegaron a concluir que publicaciones ajenas ilustran tan perfectamente sus convicciones políticas… o las justifican. Debería confiar en ellos, ya que ambos tienen una larga formación periodística, como Micha y Loret de Mola. Por otra parte, son bastante funcionales para una oposición que necesita mantener resonadores incondicionales y con criterios laxos en todos los ámbitos de la sociedad.
En la reciente captura de Ovidio Guzmán, hijo del famoso “Chapo”, la reacción general fue inmediata. Hirvieron las redes antes que los medios. Las primeras imágenes de Culiacán, bien aderezadas con balas y llamas, se propagaron como el mítico incendio de Roma. Alrededor también se generaron todo tipo de especulaciones y opiniones que, en su mayoría, criticaron la captura con la misma enjundia con la que antes repudiaron la liberación. Por supuesto no faltaron los “memes”, esos garabatos que usurpan cada vez con más éxito a la sátira ingeniosa del cartonista profesional. Total, y citando al clásico literario del sexenio pasado: “Ningún chile les embona”. Un poco para entender el fenómeno de esquizofrenia social que nos abruma, y otro poco por malora, quise ponerme en la zalea de los generadores de “memes” tetos contra-tes. Culiacán en llamas, ¡imperdible! Invocando el espíritu y el incisivo trazo de Calderón (el monero, no el expresidente), imaginé a don Andrés, con una túnica imperial romana, coronado con dorados laureles y tocando un arpa istmeña; al fondo Culiacán incendiándose. Con esa imagen volví sobre el recurso para analizar el mensaje crítico. ¿Qué dice mi “meme”? Pues sobre la captura del “Chapito” no dice nada, sólo fue una burla oportunista contra don Andrés. Además, exhibí mi falta de rigor histórico al comparar este caso muy real con uno de los bulos más antiguos de la historia. Lo admito: soy un fracaso como generador de “memes”. Se lo debo, don Andrés; procuraré aplicarme más para la próxima.
Eso sí, confirmo mi convicción de que estamos sentados sobre una historia universal cuestionable y en una realidad prácticamente movediza. A ver… ¿Nerón quemó Roma? Pues los cristianos lo aseguraron durante siglos, hasta fueron un poco indulgentes con Claudio (el emperador, no el activista de la izquierda empresarial), que sí que les dio un buen susto años antes. Lucio Casio Dion, un romano muy fifí que fue senador y cónsul, escribió sobre el incendio en su Historia Romana, pero desde su posición como aristócrata y con prejuicios no sólo contra Nerón. Cayo Suetonio no era muy serio. Leer su Vida de los Doce Césares es por momentos tan edificante como leer TV Notas o ver Ventaneando. Cornelio Tácito es tendencioso pero más riguroso y metódico, un poco descuidado en algunas afirmaciones, pero al menos intenta ser objetivo. Y aunque Tácito deja suelto el hilo de la piromanía imperial, es puntual al afirmar que durante el incendio Nerón no estaba en Roma tocando el arpa y cantando, estaba en Anzio; que regresó rápidamente para establecer refugios y atender a las víctimas; que redujo el precio del trigo para apoyar a la población; que diseño y aplicó de inmediato un programa de limpieza y reconstrucción, enfatizando en mejoras urbanísticas y, a río revuelto, iniciando un palacio para él. Circularon todo tipo de rumores sobre el origen del incendio, una de ellas, con el comedido apoyo de enemigos políticos, fue culpar a Nerón y, además, ridiculizarlo con ese arcaico “proto-meme” del arpa y el
canto desafinado. Ni los mártires cristianos culpados oficialmente y torturados públicamente lograron que la plebe exonerara al emperador. Los romanos olvidaron pronto que los incendios eran bastante comunes, y no recordaron al opulento Marco Licinio Craso, que enriqueció más creando un no muy heroico cuerpo de bomberos por eso… Por eso, y porque durante el incendio ofrecía a los afectados comprar el predio a un precio ridículo y, una vez que aceptaban el trato, entonces sí apagaban el fuego.
La evolución todavía no nos otorga una estructura ósea para la lengua, así que aquellos romanos y estos latinos, la ejercitamos con la sinuosa libertad de expresión de una anguila. Somos incapaces de juzgar correctamente al emperador Nerón en su jugo social y político, porque no estuvimos ahí. Pero, como entonces, seguimos siendo ágiles para desencadenar todo tipo de conclusiones sobre todo tipo de cosas, sólo porque se nos hinchan nuestras ínfulas. Nada más la Iglesia Católica se ha mantenido más o menos a salvo durante siglos, y eso porque, astutamente, fundamentó con dogmas su teología. Por lo demás, no perdemos oportunidad para retorcer los hechos para justificar nuestras inquinas. Sin ir más lejos, este sábado, apenas se disipaba el polvo que levantó el choque de trenes en el Metro de la Ciudad de México, ya se levantaban piras en redes y medios para incinerar a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Y no nos hagamos más patos que el ganso cansino, no se le acribilla por su capacidad como administradora pública, sino porque es la candidata más viable de la 4T a la presidencia. En tanto, tampoco se ahorran críticas feroces contra el operativo para la captura del “Chapito” que, recordemos, antes eran por su liberación.
Es improbable que hace siglos Nerón quemara Roma, pero sí fueron los romanos quienes “quemaron” a Nerón. A fuerza de torcer la realidad, por desesperación, por odio, por intereses políticos, por si acaso, por aburrimiento incluso, nos heredaron esa historia de un emperador demente, cruel, pésimo artista, y además pirómano. La seguimos creyendo a pesar de que en su tiempo hubo un desmentido (Tácito). Todavía imaginamos esa escena, uno de los “memes” más antiguos de la historia. Así pasa hoy en la captura del “Chapito”. Así pasa en el choque de trenes en CDMX. De expertos en operativos policiacos pasaron rápidamente a peritos en accidentes ferroviarios. Construyen una historia cuya permanencia en la gente dependerá no de la verdad sino de la interpretación sesgada por una tendencia política, facciosa y sediciosa además. No será la historia la que exonere o condene a don Andrés o a Claudia de estos hechos (y de otros), sino la continuidad de un régimen y la fortaleza de una oposición. En cualquier caso, una realidad torcida como la que, hasta la fecha, nos trae dando tumbos en el laberinto de la historia sin poder aprender de la experiencia. Y así como las versiones oficiales se imponen matizando o mintiendo sobre el impacto de un hecho, la oposición impone una versión sistemáticamente opuesta, así sea absurda. Toca a la inocente picardía del pueblo llano decidir si pone en el meme a don Andrés, o a Claudio (el activista de la izquierda empresarial, no el otro emperador) o a Calderón (el expresidente, no el monero), tocando el arpa istmeña mientras el país se incendia en una crisis social más grave que la del narco. Pero, ¡cuidado!, el pueblo podrá no ser sabio pero no es estúpido; eso sí, no es bueno sino inocente, pero refinadamente cruel, como los niños. Nerón Claudio César Augusto Germánico puede dar fe de esto. En lo personal, he visto más arpistas cantando el poema épico de Culiacán en Llamas desde columnas, primeras planas, redes, blogs y vlogs, que desde el púlpito de la “mañanera”.