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Por Félix Cortés Camarillo

Muy bello es sin duda el teatro en el que tuvo lugar la ceremonia en conmemoración del centenario sexto aniversario de la promulgación de la Constitución Mexicana, a la que no se invitó al presidente del INE, como si no fuera importante institución del Estado. 

La conmemoración debía estar a la altura del recinto, y no comenzó mal: el gobernador de Querétaro, el señor Kuri, hizo un comedido y cortés discurso de anfitrión, sin dejar de señalar que la Constitución es la “ley suprema que está por encima de la decisión de quien manda” y terminar invocando a la necesidad de hacer énfasis en lo que nos hermana.

La licenciada –ella sí– Norma Piña Hernández, presidente de la Suprema Corte siguió en el podio. Su mera presencia debe haber causado molestia en el sisirisco del Presidente López. El decir de ella  se concentró en la necesidad de los integrantes del poder público, de cuestionar y cuestionarse en qué medida se cumple los preceptos constitucionales.

Pero el acto se convirtió a poco de iniciado en un regreso de medio siglo en la política nacional. A los tiempos de la demagogia echeverrista.

Cierto, el presidente de la Cámara de Diputados, que la claque en el poder quiere despojar de su puesto por aplicar la ley y no dejar que hombres armados entren al recinto parlamentario, hizo un muy bien discurso, actual, breve y con enjundia. Santiago Creel Miranda hizo un recuento de cómo la falta de diálogo, desde Iturbide y Guerrero, han obstaculizado la paz y la concordia nacionales. Resumió en pocas palabras el papel nefasto que la intolerancia y la negación al diálogo y la conciliación tuvo en el pasado reciente de México.

Creel dijo claramente que las tragedias de 1968 en Tlatelolco y 1971 en Zacatenco habían sido consecuencias de esa ceguera política del régimen monolítico del pasado. Pero también señaló que esas tragedias fueron el detonador que llevó a la reforma política de apertura que hizo avanzar al país hacia una esperanza de democracia. De rozón dejó en claro que actualmente estamos de nuevo en esa postura de intolerancia y negación de las disidencias. Terminó advirtiendo que aún estamos a tiempo para que no repitamos los errores del pasado.

Terminado esto comenzó el viaje de retorno. Un jilguero de los de antes, presidente de la mesa directiva del Senado, un tal Alejandro Armenta Mier, se puso –como es su papel– a elogiar la cuarta transformeision provocando aplausos, obligados por la disciplina de partido, a cada mención de Andrés Manuel López Obrador o a sus slogans como el de que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre. Mjm.

Pero eso no fue nada. El presidente López, sin mención a la serie del Caribe, se voló la barda e hizo de una ceremonia formal una informal mañanera. Les dejó de encargo a los asistentes, como suele encargar a los que van a sus sermones diarios, que encuentren en las reformas a la Constitución del “período neoliberal” una sola en favor del pueblo. Lo demás fue un informe de labores de alcalde de rancho, pero con ceros añadidos. Y todo es Jauja.

¿Alguna idea real o coherente? 

Sí. El presidente López arguye que la fractura entre los revolucionarios Villa y Zapata y el moderado Carranza, obligaron a posturas más radicales que en consecuencia impusieron al texto de 1917 en Querétaro los derechos populares que en él se encuentran. La conclusión de Lopitos tiene miga aunque sea discutible. Lo único que queda claro es que, ante el llamado de Creel a la razón, el diálogo y la tolerancia, con esa interpretación de la historia Lopitos solamente ratifica el mensaje que le mandó a Cuauhtémoc Cárdenas; que su polarización no es nada más que politización, y que “la ancheta es muy angosta: se está con el pueblo o con la oligarquía”. No hay medias tintas. 

El presidente tampoco sabe lo que es la ancheta. Que se lo busquen en el diccionario.

Hay tantas cosas que el presidente López no sabe….

A Santiago yo le pregunto: de veras ¿aún está Lopitos a tiempo? 

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El aprendiz de la política del TikTok, Samuel García, anda emulando a su maestro Lopitos, que en lo de disparar a troche y moche decretos, promesas, descalificaciones, acusaciones y otros datos se pinta solo, se aventó la puntada de que, así como “hizo” una nueva Constitución para su nuevo Nuevo León, va a proponer una nueva Carta Magna para el país entero.

Dos modestos consejos gratuitos para el gobernador de mi estado. Nuevo León no necesita un gobernador constituyente y transformador; le hace falta un gobernador que se ocupe de lo que le hace falta al estado: solución a los problemas del abasto de agua, la seguridad, el transporte, la impunidad y la corrupción entre otros. De lo demás nos encargamos los neoloneses.

Por su parte, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no necesita que le hagan cambios cosméticos como muchos presidentes le hicieron durante sesenta años o modificaciones brutales como las del presidente López. Lo único que la Constitución pide a gritos es que los gobernantes cumplan lo que ella establece. Tran tran.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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