Por José Francisco Villarreal
Una de las declaraciones más sensatas que se han dado sobre el juicio de Genaro García Luna, es la que dio la diputada federal Margarita Zavala: “A mí me parece que lo que tenga que suceder en ese juicio, pues que suceda. Y lo demás, pues yo creo que toda la parte de testimonios, como quiera, pues yo no veo que estén ahorita probándolo. Pero bueno, pues esperaremos. ¿No? Yo no opino sobre ese tema hasta que termine”.
Comprendo el interés generalizado sobre lo que está sucediendo en ese juicio, en Nueva York. Cualquiera que tenga un poco de memoria, conciencia social, e interés en vivir en un país estable y justo, ha de estar atento en el desarrollo del juicio. Aunque habrá que ser muy cuidadosos con lo que interpretemos de él. Hay varias cosas que creo que no se están tomando muy en cuenta en este caso. La primera es que se está juzgando a García Luna como presunto responsable de delitos contra Estados Unidos, no contra México; está bajo el escrutinio del sistema de justicia gringo, no del mexicano. El proceso, con todo el desahogo de pruebas y testimonios, a favor y en contra, no significa nada para las leyes mexicanas. Al menos todavía no.
La segunda cuestión es que no se está juzgando a García Luna por corrupción, sino por delitos que lo ubicarían en contubernio con la delincuencia organizada. A los juzgadores estadounidenses les importa un comino si Genaro es corrupto. Eso es una mera circunstancia que daría solidez a la causa de la fiscalía, y así se está usando. Si se le encuentra culpable y se le condena, no será por corrupción. No corresponde a otro país enmendar los vicios del nuestro, aunque los Estados Unidos suelan ser muy comedidos para intervenir en todo.
Una tercera cosa, también importante, es que no se está juzgando a Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, Vicente Fox, Humberto Moreira, ni a cualquier otro político o exfuncionario de cualquier nivel, con los que García Luna y sus presuntos secuaces hayan tratado o usado para cometer los todavía presuntos delitos. Toda la información que se desprenda del proceso, es, por supuesto, de mucho interés para los mexicanos, pero no son elementos de algún juicio contra los personajes aludidos. Por lo menos todavía no lo son, ni en Estados Unidos ni en México.
Algo más, no menos importante: en Nueva York no se está juzgando a los medios de comunicación mexicanos, ni a periodistas en particular. Así se compruebe el cohecho o la colaboración activa de medios o periodistas involucrados en actividades delictivas, también a los fiscales gringos les importa un pepino… Excepto si hallasen en ellos algún posible delito que afectara a los intereses de ese país. Y a menos que la defensa de García Luna apersone a los aludidos en el juicio para desmentir los testimonios que los involucran, no tienen voz ni voto en el juicio.
Pero nos encanta el bochinche y mover la pandereta. En México se está haciendo una mojiganga de juicio público y mediático. A cada testimonio, surgen declaraciones y deslindes. Columnistas que de alguna manera se les ha involucrado con el ex sátrapa de la seguridad en México, han salido en su defensa atreviéndose, en aras de la famosa y baboseada Libertad de Expresión, a cuestionar a los fiscales gringos, los que por su parte “ni los topan”, y estos comunicadores investidos en defensores deberían dar gracias a Dios por eso. Los deslindes de algún medio tienen más sentido porque la exhibición afecta al negocio.
En todo este relajo nacional pro y versus Genaro, no debemos olvidar que desde el niño travieso hasta el delincuente más obvio, siempre responderán a cualquier acusación con instintivo “¡Yo no fui!” Tampoco olvidemos que en México, por ley se privilegia la “presunción de inocencia”. Así que no debe escandalizarnos que hasta el delincuente más notorio presuma su inocencia, es su derecho.
El que se desacrediten las declaraciones de testigos que son o han sido delincuentes sólo por eso, porque son “malitos”, es demasiado prematuro.
El juicio empieza, y se están dando apenas algunos elementos de una narrativa que intenta dar antecedentes al jurado, poner de nervios a la defensa, y dejar una estructura básica que necesariamente debe ser demostrada por la fiscalía. Los juicios en Estados Unidos no son como los nuestros. Allá son toda una puesta en escena. Todavía no es el momento de aplaudir ni de abuchear. Por eso decía antes que la diputada Zavala fue muy sensata: “Yo no opino sobre ese tema hasta que termine”.
Supongo que Margarita Zavala anticipa que, cualquiera que sea el resultado de ese juicio, lo importante no es eso, sino su resonancia en México. A don Andrés tal vez le parece muy divertido el espectáculo, pero debería contratarles pago por evento de este juicio a los fiscales mexicanos. Ellos son los que deben estar atentos al proceso, no al resultado. Porque si en el camino se demuestran delitos que afecten a México, deben integrarse carpetas contra cada uno de los señalados, sin distinciones de partidos o jerarquías. Y no anunciarse pomposamente sino procesarse rigurosa y expeditamente. Es vergonzoso que tenga que intervenir un país extranjero para juzgar y condenar a exfuncionarios mexicanos, y por delitos que ni siquiera son los que cometieron contra México.
Nos han acostumbrado a juicios públicos mediatizados con intenciones electorales. Nos han acostumbrado a un sistema judicial prevaricador. Nos han acostumbrado a ver por la calle a delincuentes blindados con docenas de “amparos” e indulgencias plenarias. Nos han acostumbrado a resignarnos a que la justicia se aplica con dificultad o no se aplica en casos de corrupción, lo que significaría que la justicia también es corrupta. Estamos muy mal acostumbrados a la impunidad. Así que todas las voces que defienden a García Luna o usan políticamente su proceso, se curan en salud o se aprovechan de la ocasión, pero no están haciendo nada por la justicia en México, que es lo que debería preocuparnos. No nos hagamos güeyes, en el juicio de Genaro García Luna se está juzgando a México, y no sólo al de este régimen.