Por Carlos Chavarría
No tiene sentido.
Los cimientos de la gobernabilidad son tan fuertes o frágiles como lo sean las reglas de convivencia, que surgen de la verdad de que todos deseamos lo mejor para los nuestros y los demás ciudadanos, así como la libertad de aplicar los matices que cada uno deseamos para la vida.
La mejor manera de construir un nuevo y mejor futuro para un país es a través de un gobierno que sea previsible y para que sea así, lo más importante es trasmitir a todos una imagen clara, descriptiva no solo de la visión de un líder, el estado encabezado por este último debe ser aglutinante de la energía nacional e inspirador de la concordia y deliberación equilibrada de lo que es importante para conducir el natural conflicto surgido de contradicciones de cualquier naturaleza.
No agrega valor alguno el encono y la descalificación, administrada a conveniencia de las metas electorales de un grupo, so pena de pasar a la historia como un gobierno discordante, pendenciero y atrabiliario. Tampoco se supera un gobernante que pierde los estribos ante cada obstáculo que enfrenta en el natural proceso de concertación con los agentes sociales y económicos que existen y operan en su entorno.
Apostar a las viejas fórmulas que acostumbraba el antiguo régimen de partido único, como son los programas sociales, para capturar preferencias electorales es arriesgado, habida cuenta de la natural variabilidad y exposición por los resultados de una burocracia que tiene vida propia y que no necesariamente vibran en el mismo tono del discurso y emblemas de la gestión. Mismas formulas levaran al mismo resultado. “Toma el dinero y vota por quien tú quieras!”, decía la oposición de aquellos tiempos y que hoy ocupa el poder.
Exponer a sus potenciales candidatos, incluso lindando las fronteras de la legalidad en materia electoral, es un desgaste prematuro y los pone en el terreno de ganar o perderlo todo, cosa que hasta los de casa resentirán como una prueba innecesaria de la unidad de un partido que todavía puede estar muy frágil para manejar las rupturas.
Tampoco tiene valor agregado usar todo el poder presidencial en un esfuerzo para equilibrar la guerra sucia, tanto domestica como del vecindario, que se desata de inmediato ante cada replica lanzada desde la mas alta tribuna del poder.
Sostener toda la administración y su dialéctica en un solo eje centrado en la anti corrupción y sus consecuencias mediáticas de corto plazo, cuando no se están anulando las malas prácticas en los gobiernos de los tres niveles, deja al desnudo la realidad que a diario vive toda una nación que por si sola ve la gran distancia entre lo dicho y lo actuado desde el gobierno.
No existe ganancia electoral que surja del apoyo de un régimen que se precia de democrático, hacia otros que están bastante lejos siquiera de parecerlo. Finalmente las imágenes de la vida real de aquellas naciones sometidas a dictaduras, se asientan más rápido en la memoria colectiva que las exaltaciones discursivas oficiales que más dan idea de sumisión y complicidad que de respetabilidad.
Si bien polarizar para diferenciar entre ofertas políticas puede ser útil, cuando se trata de consolidar, faltando tan poco para arrancar los tiempos electorales, dividir a todos y todo, entre adversarios y aliados, implica planear para descartar votos que pueden ser capturables, lo que va en contra de la propia intención de ganar.
Tratar de debilitar a los demás poderes públicos para justificar la ilegalidad y la sospecha propia, es como hacer ilusionismo a la vista de todos. Insistir con terquedad en promover reformas legales que van en contra de la propia Carta Magna, acaba por crear desconfianza hacia el promotor, más que hacia los ministros de la corte suprema.
No se fortalece al poder legislativo al tratarlo como personal de servidumbre del ejecutivo. Las ventajas de una bancada aliada y fuerte deben usarse para lograr cosas buenas y trascendentes, y no para simples propósitos de coyuntura electoral.
Cuando los problemas y sus efectos, así como las amenazas imperantes superan al discurso presidencial en turno, a quien se fortalece es a la oposición ahora la silenciosa que no está exponiendo nada.