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Por Francisco Tijerina Elguezabal

“El respeto debe ser una regla básica de convivencia”
Yomero

Debo aceptar que con los años he modificado mi forma de ser y es que por fortuna he aprendido a ser más tolerante, paciente y menos explosivo de como lo fui en mi juventud; sin embargo esta forma de ser no aplica en todos los casos, ya que los mismos años me han dado un sesgo de enfado y molestia que me resulta difícil ocultar cuando siento que alguien abusa de mi o de otras personas.

Me reviente el que un profesional pacte una cita para atenderme y no sea capaz de respetar el horario marcado. Me sucede mucho con los médicos, pero también con prestadores de servicios de todo tipo a los que poco o nada les importa el tiempo de los demás y así, como si nada, te sientan en sus antesalas para recibirte cuando se les pega su gana.

Hace cosa de un mes y medio me empezó un dolor en cuello, la clásica torcedura pensé, pero a pesar de los linimentos y parches el asunto continuó; fui con un sobador (remedio regiomontano) y tras una leve mejoría continué igual. Ayer de plano se me puso que era necesario dar un paso adelante y busqué me atendiese un quiropráctico y para ello solicité una cita con uno de los más afamados en la ciudad que tiene su consultorio por la calle de 5 de Mayo.

En el tráfico y caos de la ciudad llegué unos minutos después de las 4, me disculpé con la señorita de la recepción y antes que nada me pidió llenar un formulario con mis datos personales y antecedentes, lo cual hice en breves minutos.

¡Por fin! -pensé- me voy a liberar de esta molestia, porque no es mucho el dolor, pero sí es enfadosa la molestia que siento durante todo el día.

Y nada, llegaron poco antes de las 4:30 tres pacientes y luego de unos minutos los hicieron pasar y yo seguía ahí… a las 4:40 fui y en tono amable le pregunté a la recepcionista si ya me iban a atender, porque tenía otros compromisos, “sí, ahorita” fue la respuesta.

Ya molesto permanecí de pie y tras cinco minutos con mi cara de vaqueta salió una señorita que me invitó a pasar a los consultorios, me introdujo en un cubículo con un escritorio y una computadora y me empezó a hacer algunas preguntas, entre ellas, casi todos los datos que ya había escrito en el formulario cuando llegué; al llegar la cuarta pregunta repetida le dije: “eso ya se lo escribí hace 50 minutos en este papel” y pese a ello la mujer siguió preguntando hasta que reventé y le externé, con buenos modales pero de forma muy expresiva, mi molestia.

“No, no, mire, ya lo va a atender el doctor”, pero me seguía preguntando y le sentencié: “Ya es ya, de inmediato, en este momento”… siguiente pregunta y simplemente le dije: “Usted no entiende y ya me cansé, muchas gracias y con su permiso”.

Fue casi una hora de esperar a que me atendieran y no era un favor, porque la consulta la iba a pagar, no había descuento ni promoción, de contado y en cash, pero ante tanta indolencia ya traía el estómago al revés y aquí sigo, con el dolor en el cuello, enmuinado, pero con el consuelo de que espero haberle dado a sus jefes y a la señorita una lección.

P.D.- Por cierto, si quieren saber en donde me ocurrió esto (y si no quieren saberlo también) el responsable del lugar es un quiropráctico de apellido Jabes, con el cual no pienso jamás volver.

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Vía / Autor:

// Francisco Tijerina Elguezabal

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Autor: lostubos
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