Por Carlos Chavarría
La soberbia hace que el pensamiento pierda sus asideros en la realidad. Que despectivo suena que alguien diga que sus palabras van dirigidas para aquellos que tienen “la mente en blanco”, el decirlo supone que el emisor del mensaje ignora por completo el concepto mente y conciencia.
Todo ser humano tiene motivos y deseos por realizar, para alcanzarlos organiza sus potencialidades y riesgos para escoger el derrotero que va siguiendo en cada día de su vida, en esto no existe diferencias entre los seres humanos. Con la mente en blanco eso no sería posible.
Si por mente en blanco se quiso significar a las personas que no tienen idea alguna preconcebida, la arrogancia vuelve a llevarnos por el camino del error en nuestra apreciación respecto al pensamiento vacío, pues lo mínimo que cualquiera espera es no ser engañado o manipulado por quien suponemos debería ser previsible y confiable bajo cualquier circunstancia o posición, más si se trata de quien ocupa la Presidencia de la República.
En la diatriba diaria a la que nos tiene acostumbrados, el Presidente López Obrador refirió que sus mensajes solo pueden ser comprendidos por los que “tienen la mente en blanco”, pues a ellos van dirigidos y a nadie más.
Con esa declaración ante la prensa a modo de sus entrevistas de cada mañana, nos ha dejado entrever la realidad de su pregonado humanismo, una manipulación mas para empujar su ambicionado modelo de gobierno centrado en él mismo y su sequito de aduladores que por lo visto esos si tienen la mente en blanco.
Cuando más necesario es para México el debate y deliberación para continuar la transición a la democracia nos topamos con una persona que solo busca su grandeza personal; cualquier cosa que esto signifique; y las revanchas personales contra todos los que a lo largo de su carrera osaron pensar diferente y en consecuencia se colocaron del lado de sus enemigos.
Ahora ya es urgente de iniciar el debate que se ocupa. En tanto el federalismo centralista y quien lo encabeza use las facultades otorgadas por la ley y las que invente para satisfacer a “los que tienen la mente en blanco” pretendiendo forzar el renacimiento del sistema de partido único, México siempre vivirá sometido a las veleidades de individuos que no buscan hacer que las cosas buenas ocurran y no saldrá del subdesarrollo.
Todos los días y gracias al Presidente asistimos a lo peor del ejercicio del presidencialismo más abyecto, el que destruye a su paso todo con un solo propósito; que además adereza y maquilla todo el tiempo; su desmedida ambición personal.
No cabe duda que en el partido oficial, MORENA, existen muchas personas buenas que esperan que el país avance y aun creen que la vía de su líder es viable sin darse cuenta de que el declive nacional esta a la vista y ellos serán los primeros purgados cuando se reinstale la dictadura totalitaria que habrá de sumir al país en el periodo mas turbulento de su historia.
Algunos de esos aliados ya colocados en el bando de enemigos opositores, como Aristegui y la revista Proceso son ejemplo del tamaño de riesgos que entraña el presidencialismo de siempre y que nadie quiere tocar.
El servilismo de los diputados nada tiene de diferente del pasado aspiracional de López Obrador, el del viejo PRI. Pasan iniciativas ordenadas por la presidencia sin debate alguno, sin ponderar costos y beneficios, solo para congraciarse con quien los destruirá también, porque sin país ya no existe nada.
México ya no esta en condiciones para perder mas tiempo y oportunidades al gusto de la franquicia y color que ocupe el poder ejecutivo, esperanzados en ver quien lo para.
El sistema nación no es viable cuando los problemas se van multiplicando y los mecanismos de control dejaron de funcionar y los de acoplamiento de la energía nacional son destruidos desde las entrañas mismas del quien debería encargarse de fortalecerlos.
Hoy la Suprema Corte es el último recurso para detener las locuras que se les puedan ocurrir a los otros dos poderes, pero no para obligar a rediseñar el aparato de gobierno mismo del que todos se sirven para sus intereses pero no los de la nación.