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Por Félix Cortés Camarillo

Viendo la pobre cobertura televisiva, tan cómplice del gobierno, del fenómeno político del domingo en nuestro país, me remití a mis inicios teatrales y recordé. En la más conocida pieza teatral de Pirandello, seis personajes vagan por la escena necesitados de alguien que dé consistencia a sus vidas: un autor que ponga un orden a la existencia misma. Sei personaggi in cerca d’autore.

Pero eso es la búsqueda: comencemos por las pérdidas.

La mayor de ellas es del presidente López: ha perdido el Zócalo, ha perdido la plaza, ha perdido la calle. Desde que fastidió con sus carpas toleradas el Paseo de la Reforma clamando su presidencia legítima hace años, Andrés Manuel se sintió el dueño de la calle. Colocó, como si fuera un simple vieneviene, sus huacales en la plaza mayor de nuestro país y lo estableció como de su propiedad. Mandó escenificar ahí, con tren y todo, cromos de la Revolución o fiestas del Día de Muertos. Trajo al dictador en turno de Cuba a que precisamente ahí diera el discurso oficial de NUESTRA fiesta patria. Como las bestias marcan su territorio, meó al pie del asta bandera para que con su apestoso hedor quedara claro a quién le pertenece ese terreno.

No sé cuántas decenas de miles de mexicanos le quitaron la plaza a Lopitos el domingo. Seguramente sin prefigurarlo, entendieron en el subconsciente colectivo, que el zócalo se llama oficialmente Plaza de la Constitución. Y fue precisamente en defensa de ella y no de rancios privilegios espurios, que los mexicanos tiñeron de blanco y rosa la gran plaza.

Sigamos con las pérdidas: yo perdí, y me alegro de ello como me alegré de perder mi virginidad hace tanto tiempo, la idea de un México apático, hundido en la abulia o idiotizado por la mentira cien veces repetida. Me encontré con un México joven, sereno y firme, convencido no solamente de que su voto no debe tocarse como decía la frase líder. Lo más importante, dejó claro que va a votar y que el domingo adelantó ese su voto para el 2024.Y que lo llevará a las urnas. Extrañamente, Epigmenio Ibarra el publicista del régimen, reconoció: ya ganaron la plaza, ahora ganen las urnas.

Y aquí regreso a Luigi Pirandello. O, sí se quiere, al Cid Rodrigo Díaz de Bivar: ¡qué gran vasallo sería, si tuviera buen señor! Vamos a la búsqueda.

El presidente López suele ponerle números que él inventa a las realidades que le agobian. Un par de veces ha cuantificado los mexicanos que estamos a disgusto con su gobierno, y dice que somos veinticinco millones de seres humanos, supongo que adultos. Desde luego, pensantes. Yo no voy a caer en la tentación de calcular el torrente de voluntades que se dio cita el domingo en torno a la Minerva, en todos los malecones que nos enorgullecen, en la Macroplaza de Monterrey o ante el horrible monumento a la Patria donde se estrella el Paseo de Montejo de Mérida. O en la repleta plancha el Zócalo capitalino.

Toda esa multitud tiene la virtud enorme de su voluntad de individuos libres. Nadie puede documentar, como en las concentraciones que el PRI empoderado organiza para acariciar el ego de Lopitos, que en las calles cercanas al Zócalo, o el Paseo de la Reforma o Bellas Artes, autobuses “generosamente” aportados por los transportistas aguardaran estacionados el retorno de sus acarreados para regresarlos a sus casas. Ni uno solo de esos camiones.

El problema es que necesitamos un autor, diría Pirandello.

La confusión que las múltiples oposiciones han hallado en su búsqueda de un nombre que las defina no es casual. Hay muchas oposiciones porque no hay una oposición. Se los ha dicho el mismo presidente López: organícense.

La multitud que se manifestó el domingo no tiene un líder. No hay un solo personaje con el carisma, prestigio, verbo y pensamiento que pueda encabezar ese disgusto, ese descontento, ese deseo de un verdadero cambio. De una transformación real. Esa masa de voluntades necesita un autor; si tuviera buen Señor, ¡qué maravilloso vasallo sería!

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿Y el carro elétriko, apá?

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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