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Por José Francisco Villarreal

En las recientes negociaciones del gobierno mexicano con Tesla, don Andrés se arriesgó mucho. Sabía perfectamente que Elon Musk estaba muy interesado en instalarse en México, pero no creo que haya sido muy bueno en el regateo. Incluso, no creo que el joven Samuel haya convencido a Musk de invertir en Nuevo León. Más bien creo que eso es lo que Musk quiere que crea. Algo tan delicado como una inversión multimillonaria no se decide por el carisma ni el rollo de un gobernador novato. Tampoco creo que Musk ignore y eventualmente no aproveche el impulso político que dará al joven Samuel. También eso es colonialismo, al más puro estilo gringo y neoliberal. Si don Andrés ha demostrado ser astuto, creo que se topó con la horma de su zapato. Su oposición a la instalación de Tesla en Nuevo León ya estaba prevista, y se enfrentó con un cabildeo muy bien hecho en los medios. Hasta algunos de los más oficiosos defensores de don Andrés, esta vez lo criticaron cuando vetaba la fábrica de Tesla en Santa Catarina. Para entonces ya nos habían vendido a Musk como el Mesías ambiental y el Midas económico. No pocos siguen alelados con el dorado encanto de uno de los hombres más ricos del mundo, como si les fuera a heredar.

Haiga sido como haiga sido, el argumento presidencial de la falta de agua en Nuevo León era de por sí muy frágil. Verdadero pero insuficiente. El punto no era el agua sino la industria misma. La instalación de una industria en el área metropolitana, así se venda como productora de vehículos no contaminantes, implica de por sí una polución directa e indirecta. Todos sabemos qué tan grave es la contaminación ambiental en el área metropolitana de Monterrey. Y todos sabemos qué tan incapaz ha sido el gobierno estatal para enfrentar la emergencia. El impuesto verde no es una solución, como tampoco es una solución irse a la yugular de los automovilistas o de las empresas contaminantes. Gran parte del problema está en la necesidad de usar autos y en la saturación de industrias instaladas dentro de la metrópoli. Hasta ahora no he visto un plan que contemple mejorar REALMENTE la movilidad ni descentralizar las instalaciones industriales. Otro aspecto en el que impactaría una “gigafactory” de Tesla es el aumento en la demanda de mano de obra que afecta especialmente a la inmigración y la infraestructura urbana.

Desde que se cocinaba un proyecto similar en Alemania en 2019, ambientalistas y autoridades germanas han estado en alerta. Sólo para construir la planta Gigafactory Berlin-Brandenburg (Gigafactory 4) se talaron 165 hectáreas de árboles; todavía en septiembre pasado hubo un grave incidente por un incendio en la planta y ha habido serias dudas sobre su manejo de químicos peligrosos. Esta monstruosidad técnica y tecnológica apenas inició operaciones hace justo un año. Si bien los autos Tesla no contaminan, su producción y su existencia sí. Son como las aspas eólicas o las granjas solares: energía limpia, sí, pero conllevan impacto ambiental por los materiales de que están hechas, los residuos de su fabricación y, sobre todo, las amplias zonas que necesitan para establecerse, eso sí, siempre con saldo a favor si omitimos a los iberdrolas y esos chunches. En Brandemburgo, además, hubo un gran daño al entorno ecológico y la necesidad de atender temas como transporte, vías de comunicación, vivienda, y todas las exigencias de infraestructura que representan.

Mientras redacto esto, todavía no hay un anuncio formal de Tesla sobre dónde se instalará y qué va a producir. Hasta donde entiendo, lo peor que nos podría pasar es que se incluyera la fabricación de baterías, señalada como uno de los procesos productivos más contaminantes. La evaluación del impacto ambiental de un auto eléctrico no analiza sólo la operación del vehículo, cuyas emisiones contaminantes son mínimas, se revisa desde la extracción de las materias primas, pasando por la fabricación de sus componentes, ensamble, acabados y destino tras su vida útil. Para la Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Conscientes), de Estados Unidos, producir un auto eléctrico genera 6 toneladas de gases de efecto invernadero más que uno de gasolina, pero una vez rodando sería responsable de reducir a la mitad esas emisiones, comparándolo con un vehículo a gasolina. Aquí entra un factor adicional. Un auto eléctrico funciona con electricidad que a su vez debe ser generada. El auto en cuestión también es generador indirecto de contaminación cuando su fuente de energía es sucia e incluso mixta.

“¡No le hace!”, dirían las miríadas de fans mexicanos de Musk, “Algo es algo”. Sí, nada más que la transición mexicana a energías limpias anda muy lenta. El propio Musk tuiteó en marzo de 2022 “Odio decirlo, pero tenemos que aumentar la producción de petróleo y gas de inmediato. Tiempos extraordinarios exigen medidas extraordinarias”. Obviamente se refería a una zozobra mundial frente a la guerra entre Ucrania y Rusia, pero vale también porque se acelera en la promoción del consumo de energías limpias pero se frena el reemplazo de sistemas basados en hidrocarburos. La lentitud en México no es una necedad, es una necesidad… asfixiante, eso sí.

Entonces tenemos la inminente instalación de una “gigafactory” de Tesla en Santa Catarina, pero todavía no lo puedo asegurar. Tampoco sé con exactitud qué va a producir, si partes automotrices o ensamble de autos eléctricos. Hasta los más enterados no pueden asegurar algo sino hasta que Musk lo confirme en el Tesla 2023 Investor Day, este 1 de marzo. Eso sí, en Nuevo León ya se cuentan los huevos de la canasta en términos de millones de dólares y miles de empleos directos e indirectos. Así suenan ya los conciertos de Brandemburgo en Santa Catarina, como sonaron en Alemania con la Gigafactory 4 en el 2019. Con agua o sin agua, con agua tratada o maltratada, de lo que se decida producir aquí dependerá el impacto ambiental que tendrá la metrópoli, no olvidemos que Santa Catarina está en medio de dos reservas naturales de por sí muy mal protegidas. Pero, como en Brandemburgo, también hay exigencias que desde hace mucho tiempo son rezagos. Sin olvidar la seguridad, Tesla requiere infraestructura, movilidad, fuentes de energía, personal… casi casi se estaría fundando una pequeña ciudad. Prácticamente lo mismo que está exigiendo el área metropolitana de Monterrey desde hace muchos años. Personalmente no me intriga tanto el anuncio de cómo será la Gigafactory de Santa Catarina, sino los compromisos ambientales que hará Musk y la capacidad estatal para facilitar y apresurar a que se cumplan. Mientras tanto, todos amamos a Elon, como muchachas pueblerinas ante un güerito fuereño.
¿Apoco no?

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// José Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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