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Si la democracia es el problema, ¿la solución es el autoritarismo?.

Por Carlos Chavarría

El  último periodo anterior que  coincidieron en la historia del mundo tantos líderes políticos incompetentes con orientación autoritaria, fue principios del Siglo XX, y ya sabemos muy bien cómo termino esa triste fase de la evolución histórica, con dos grandes guerras mundiales que costaron demasiadas vidas.

Claro que en aquel tiempo, podemos aducir que se transitaba de las monarquías expansionistas europeas hacia gobiernos liberales y constitucionalistas, además de un sistema económico volátil que no daba para más y que sumió en la pobreza a la humanidad entera con la Gran Depresión.

Toda una serie de lideres vieron la oportunidad para despertar con sus discursos populistas el ánimo  vindicativo, el nacionalismo ramplón, buscando culpables de los problemas por doquier, pero con la pretensión de debilitar a las incipientes democracias y regresar a los totalitarismos estatistas.

Hoy de nueva cuenta en el mundo se están usando las mismas razones expansionistas y de depresión económica postCovid como excusa para debilitar las democracias y volver a los regímenes dictatoriales.

Como si la democracia fuera la causa de los problemas y no los gobiernos que se han mostrado incapaces de responder al manejo de la complejidad, que emerge a partir de una sociedad interconectada y con demasiados abandonos de atención a los asuntos que les tocan y que se han convertido en crisis y riesgos imperantes.

EEUU con Trump trato de destruir su estabilidad y regresar a la época el garrote en su relación con el mundo. Putin fue  modificando las leyes en Rusia para perpetuarse en el poder y se encuentra en ruta de colisión perfecta con la OTAN, por el asunto de Ucrania.

En China, el dictador Jinping “hace historia” al lograr su tercer mandato y continuar con la gran mentira de su falsa democracia socialista utilizando su expansionismo y supuestos derechos, cuando su economía sigue un derrotero insostenible sin el mercado norteamericano.

Alemania empieza a rearmarse con la excusa del conflicto ucraniano y vuelve  a revivir viejos enlaces para salir adelante de la recesión y crisis energética que tienen encima.

En Israel, el fundamentalista Benjamín Netanyahu, reelecto por sexta ocasión, busca dar un autogolpe de Estado al estilo peruano y su destino pende de la decisión de a quién apoyaran sus fuerzas armadas y la corte suprema de aquel país.

En América Latina, Ortega, ahora convertido en dictador de Nicaragua reencarna a Somoza y se declara como propietario de los destinos de sus habitantes y países vecinos. Sin duda, Pronto seremos testigos de los conflictos en Honduras y Panamá.

Lo paradójico con Daniel Ortega y todos los dictadores es que llegan al poder usando la libre expresión y una vez que ganan, es la libre expresión lo primero que suprimen para todos.

Bukele en El Salvador va extendiendo el régimen de excepción con la excusa de acabar con la violencia pandilleril y prepara verdaderos campos de concentración que servirán no solo para los maras, sino cualquiera que consideren terrorista.

En nuestro país, el presidente quiere hacerse con el control de las elecciones en el 2024 a como de lugar, y se lanza en aventuras beligerantes dentro y fuera del país al más puro estilo populista del México de la Guerra Fría.

La lista continua con Bolivia, Perú, Argentina, Brasil, Ecuador, etc., todos en la misma dirección tomar por asalto la democracia para apoltronarse en las sillas autoritarias como única salida para resolver los problemas.

La complejidad no se resuelve con y por decretos. Para que una organización sea viable requiere mínimo de dos mecanismos, que los gobiernos como organizaciones verticales o centralizadas no los tienen : auto regeneración y retroalimentación.

La complejidad exige descentralización de las tareas de todo tipo, flexibilidad y auto adaptación, este ultima solamente se puede alcanzar con mayor participación ciudadana, suponer que la dictadura o concentración del poder conseguirá mejoras es no solo arrogante sino peligroso para todo el tejido social.

No existen dictaduras buenas, medianas o justificables. Las dictaduras, sean de cualquier ideología no se apagan incendios, los crean por sistema, pues dejan fuera a los que pretenden gobernar sometiéndolos a la más violenta de las incertidumbres y la perdida de la esperanza en un futuro mejor.

“La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia primero se vota y después vienen las ordenes; en una dictadura no se pierde el tiempo votando”. Charles Bukowski.

Fuente:

Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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