Por Félix Cortés Camarillo
Solamente en apariencia es que la llamada frontera chica entre Tamaulipas y Texas se ha convertido en explosiva zona que puede llevar a un conflicto mayor entre los dos países que separa-une. Los tres mil kilómetros de línea divisoria entre México y los Estados Unidos son permanente tierra de nadie, que muda sus centros de atención cíclicamente.
Originalmente se llamó Tia Juana y era el lupanar al cual los gringos iban a emborracharse y cometer otros pecados que la prohibición hizo rico a Al Capone e hipócrita a toda una sociedad. Luego el crimen violento se mudó a Ciudad Juárez cuando ya había abandonado su nombre de Paso del Norte. Pasó entonces a Laredo y ahora se anida en Matamoros y Reynosa.
Todo el inicio de este siglo, la carretera ribereña hilvanó pueblos fantasmas aterrados por los balazos y alimentados por el tráfico de drogas rumbo al norte. Por el cruce fronterizo de Anzaldúas entraron a México tres jóvenes que el gobierno de Biden anda reclamando.
Por Brownsville llegaron los cuatro negros que supuestamente venían a la cirugía plástica de una mujer: dos regresaron en calidad de cadáveres, uno herido de bala en una pierna.
Todo eso es normal. El gobierno de Tamaulipas, sí del cuatrote, inició una carpeta de investigación, que sí se les llama ahora, en contra de cinco varones que fueron entregados con las manos atadas y los torsos desnudos acompañados de un papel firmado por el Cártel del Golfo en donde les acusaba de haber sido los culpables del secuestro y muerte de los negros. Todo eso es normal.
La ultraderecha de los Estados Unidos en el Congreso, con el apoyo de la política del presidente López y su teoría de los abrazos no balazos, insiste en la cada vez más difundida idea de que México se ha convertido en un narco-Estado. Que el gobierno no tiene control ni siquiera de la mitad de su territorio. Desde luego, en la zona del altiplano con Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Guerrero fuera de todo control de la violencia, y la crucial zona fronteriza. Llámese Matamoros, Reynosa o Juárez. La aprobación del Congreso de considerar a las bandas de narcotraficantes mexicanos en organizaciones terroristas daría al presidente Biden o al próximo presidente Trump poder para impunemente enviar a sus soldados a nuestro territorio y poner orden en un país que no se sabe gobernar solo.
No sucederá.
Por el momento. Sería bueno saber cuánto dura ese momento.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas) El desplome del Silicon Valley Bank el viernes pasado todavía tiene resonancias hoy y las tendrá varios días. Es una crisis financiera que los Estados Unidos no había experimentado en veinte años. Y las consecuencias no tardarán en manifestarse de este lado de la línea. Al baile vamos.
felixcortescama@gmail.com