Por Félix Cortés Camarillo
La agresividad verbal contra toda discrepancia desde el principal púlpito de la nueva iglesia de la cuarta transformación, está adquiriendo proporciones alarmantes que no deben pasar inadvertidas. El evidente disgusto del presidente López por no haber podido hacerse del control del supremo poder judicial de la nación, la Suprema Corte, salpica y contagia.
Especialmente ante el encubrimiento presidencial a la ministra Esquivel, culpable de plagios académicos evidentes.
Pero el asunto es peor: primero parecía un chiste, que me parece que se llaman memes: la imagen de la ministra presidente de la SCJN, Mónica Piña, con epígrafe “el problema”. En la parte inferior, una bala, así de simple, con el título “la solución”. Luego vino la actuación de una mujer de disfraz estrafalario a las puertas de la Suprema Corte, con ojo, lo que aparentemente era una réplica de arma automática de fuego, clamando por la muerte de la señora Piña.
Si se requiere más, en la concentración del sábado, convocada por el presidente López, amparado en el pretexto del aniversario de la expropiación petrolera, de manera “espontánea” en un extremo del Zócalo capitalino apareció un muñeco en la forma de la ministra presidente Piña, de toga y todo, y se le prendió fuego. ¿Qué mejor escenario para un mensaje amenazante ante una multitud así acarreada y una atención de medios así de intensa? ¡Que le quede claro a la señora Piña! O se rinde o se va. Y de muy fea manera.
¿Cuál es nuestro calendario?
¿Estamos en 1929 el día de San Valentín y los hampones de Chicago o, más en nuestra geografía, en 1913 y el asesinato de Madero y Pino Suárez, a los que tanto invoca el sacerdote mayor de la cuatrote?
Los grandes estudiosos de la historia social insisten en que nuestro comportamiento colectivo evoluciona en espiral, en círculos que se repiten regresando al mismo inicio. Sin duda, tienen razón. Los que no tenemos razón, soñamos con los tiempos en que el futuro sea algo más que una nebulosa repetitiva de nuestras estupideces del pasado.
Para no volverlas a ver.
PARA LA MAÑANERA, (porque no me dejan entrar sin tapabocas): El presidente chino Yi Ping está en Moscú, visitando a quien llamó “su mejor amigo” el mandamás del Kremlin Vladimir Putin, a un año de que comenzara la agresión sobre Ucrania y nueve de la anexión de Crimea. Putin acaba de regresar de la primera visita que hace a territorio ucraniano desde que comenzó la ofensiva sobre Sebastopol: estuvo en el Donbas, región baja del río Donetsk, afluente del Don. De ahí eran los cosacos del Don; hombres libres de la Edad Media contra los feudales, o bandoleros: depende de quién cuente el cuento.
Hoy es igual. Según Moscú, la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania que ya cumplió un año, es una “operación militar especial”. Según Occidente es una simple invasión –como la de Polonia por parte de Hitler en 1939- que no puede ser tolerada. Vladimir Putin ha sido acusado de crímenes de guerra por ordenar que los niños huérfanos ucranios sean abducidos a la madre Rusia e incorporadas a nuevas familias. A Putin, le vale madres.
El asunto es si a Yi Ping le da lo mismo. El tímido plan de paz de China para el tema Ucrania incluye lo ideal para Ucrania y o inaceptable para Putin: regresar los territorios ocupados.
Claro, China es China.
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