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Por Carlos Chavarría

Todos los ciclos de auge y crisis tienen como raíz el debilitamiento de la moral y a una actitud de pensamiento que menosprecia la más mínima lógica económica realista.

Existe un común denominador entre Lehman Brothers, Silicon Valley Bank (SVB), Banco Famsa y es la sorprendente capacidad que tienen las personas para violentar todo nivel prudencial en el negocio financiero y tomar riesgos, que al propagarse en la enorme e interconectada red global del dinero, afecta a todo el mundo.

Aunque los disparadores y los campos específicos de operación de las instituciones financieras son distintos, todos adoptan riesgos, para los que existen medidas prudenciales bien calculadas, más allá de las cuales siempre se crearan problemas que requieren el apoyo de los gobiernos para no destruir todo el sistema financiero y el ahorro de las familias, así como los agentes económicos, que invirtieron su dinero en la confianza de que se respetaran reglas morales mínimas, y devolver a los ahorradores lo que ellos ponen en juego de su patrimonio para que funcionen las economías.

La sociedad en convivencia se funda en la confianza como uno de los pilares básicos, si esta desaparece volveríamos a la edad de la barbarie, el dinero funciona como almacén de valor solo en tanto se conserve la confianza en que ese dinero habrá de mantener su valor y así será respetado por todos.

Decía Allan Greenspan, exdirector de la reserva federal o FED de los EEUU que el problema con las crisis es que solo pueden ser estudiadas retrospectivamente. Para los que estamos como espectadores todo es interrogantes e incertidumbre, pero los que están como actores, los funcionarios financieros, que tienen toda la información por su inmoralidad, todo es un casino pero con dinero de todos los confiados ahorradores.

En el último caso, el más reciente el del SVB, en un ambiente de estancamiento se pusieron a prestar a sabiendas de que se estaban quedando sin efectivo, lo sabían. Al igual que los de FAMSA en México, sabían sus límites prudenciales y el tamaño de su capital real, conocían las probabilidades de caer en un hoyo, y a pesar de ello siguieron adelante.

Era bastante fácil saber que la pandemia covid había puesto en recesión al mundo entero y que todos los esfuerzos de los gobiernos por inyectar liquidez, entregando dinero a empresas y hogares para sostener el consumo y pagar las cuentas, buscando que el golpe no fuera tan duro, más temprano que tarde se tendría que detener y recoger el exceso monetario para aliviar las presiones inflacionarias.

Cualquier medida que toman los gobiernos para estimular la economía, como aumentar la obras y el gasto público, subsidiar, o regalar dinero a sectores escogidos de la sociedad, usa dinero que tiene que salir de algún lado y alguien tarde o temprano tendrá que pagarlo, por eso se espera que esas medidas sean temporales buscando reactivar el crecimiento económico. Esto ya no es un misterio para nadie, las deudas se deben pagar y los depósitos en los bancos son pasivos que se tendrán que honrar.

La única manera para que los funcionarios y consejeros de los bancos y demás instituciones, respeten la moralidad en la toma de riesgo es elevar su costo de oportunidad por delinquir, porque es verdadero crimen organizado el reunirse en secrecía para diseñar esquemas de operación e inversión a sabiendas de que los riesgos involucrados, están por encima de su capacidad de asimilación y cobertura en una mala época como lo fue y continua siendo el COVID.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: lostubos
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