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Por Félix Cortés Camarillo

Este transcurso nuestro por la vida carece de todo sentido si no somos capaces de aprender de las vivencias, especialmente de aquellas en las que nos hemos equivocado, para no volver a repetir los mismos errores en el resto de experiencias que habremos de experimentar en el resto del trayecto. De otra manera ¿qué caso tiene?

            El episodio meridano del incidente de salud del presidente López es una muestra intensa de la comedia de las equivocaciones en la que cayó un sector inmenso de la sociedad. Primero, el aparato gubernamental, luego algunos medios de información mediocres. Luego la sociedad entera por más de 36 horas. Finalmente, una gran parte de la enorme comunidad que usan y configuran las llamadas redes sociales.

            Hasta adonde nos han dejado saber, de boca del propio presidente López, lo único cierto es que efectivamente tuvo un vahído. De las voces latinas vagar, vagus, que quieren decir vagabundo, inconstante, flotante. Que su condición cardíaca marcó un descenso en la presión arterial. Que no usó camilla para volar de Mérida a la Ciudad de México y que su salud es muy buena.

            Todo ese testimonio contradice las versiones que sus más cercanos allegados –el secretario de Gobernación y el vocero del presidente- difundieron con entusiasmo. Don Adán López afirmó que el Diario de Yucatán, que fue el primero de hablar del desmayo presidencial, mentía. En mis tiempos una afirmación así sobre un periódico tan añejo como respetado era motivo de justa en el campo del honor. Jesús Ramírez Cuevas, el vocero del presidente, a control remoto negó cualquier incidente y dijo que la gira revisando el Tren Maya continuaba, precisamente cuando el presidente López ya estaba volando a la capital.

            No es del todo culpa de ellos, que sólo funcionan a base de  su voto de lealtad ciega: es obvio que no tenían la información correcta y en lugar de confesar eso prefirieron echar mentiras.

            Obviamente, el primero que debe aprender de este error es el presidente López. En su mayestática inclinación de ser el único que sabe, el único que entiende y el único que decide, López Obrador confiesa en su video de 17 minutos sobre su malestar que tuvo que darle un zape al secretario de la Defensa, cuando le pedía prudencia,  recordándole que él es precisamente su jefe.

            Lopitos debiera entender de este desaguisado que necesita tener una red de comunicación interna confiable y segura: así evitaría todos los desfiguros que su equipo hizo, y no hubiera necesitado el video en Palacio Nacional, para finalmente informar a los mexicanos.

            Pocos medios serios se apartaron de la regla número uno de nuestro oficio que es la de no difundir una información que no tengamos corroborada al menos por dos fuentes creíbles, dignas de nuestra confianza.

            En donde caemos irremediablemente en el abismo de la estupidez es cuando los operadores de las llamad sedes sociales se ponen a disparar de su ronco pecho y al amparo del anonimato, toda suerte de falsedades sobre la salud presidencial, muy al estilo de las apariciones del Chupacabras. Se llegó a afirmar que el presidente había sido llevado en avión militar  a Savannah, Georgia, donde estaba siendo atendido. Otro mensaje –reenviado muchas veces- discurría un texto pretendidamente docto. con definición meticulosa del hemisferio cerebral del presidente que había sido afectado, del lado de la cara que ya no podía mover, y del plazo de dos meses para que pudiese recuperar la habilidad de caminar erecto.

            Yo he decidido desde hace mucho tiempo desdeñar esa información propagada en esa forma anónima. No crean todo lo que dice el telefonito que tiene en las manos. Sin embargo, tengo que afirmar una vez más, que el chisme solamente prospera cuando no hay información confiable.

Estoy convencido de que una vida sin dudas e inquietudes, que son el motor inevitable de la inteligencia, no vale la pena ser vivida; tampoco lo es que la no ofrece un diálogo social pleno y abierto. Los mexicanos estamos en un momento en que simplemente no creemos la versión oficial de cualquier hecho. O la ponemos en duda al menos.

            Son cosas que el aparato de gobierno mexicano debiera considerar con seriedad.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Mientras unos apostaban a que el presidente López es hemipléjico o no, los legisladores a sus órdenes se despacharon con la cuchara grande, desaparecieron al vapor el Conacyt y en eso andan con el INAI. ¿No habrá sido todo esto un ardid de Lopitos? ¿Una cortina de humo, para que –como dice Taibo XIV- nos la metan doblada?

Es muy capaz.

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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